jueves, 30 de abril de 2015

Día 4.4: Un beso y un adiós.

Me acerqué a Pablo lentamente, apoye mis brazos en su pecho y él me agarró de la cintura. Me acercaba poco a poco a su cuerpo y yo buscaba ansiosa sus labios. Nos besamos, como si nos echásemos de menos aun sin habernos probado y nos fundimos sin pensar en nadie ni nada más. Nuestras manos se deslizaban continuamente bajando y subiendo de nuestras espaldas, acariciando su cuello y acercándolo más a mí, me hallaba yo. Parecía que todo era más fácil ahí en sus labios. Rápidamente me deslizó hacía el sofá y nos dejamos caer.
El sonido constante de mi teléfono hace que tengamos que separarnos y, mientras cojo el teléfono y miro los mensajes, parece que él ya está deseando volver a besarme y, para qué mentir, yo también.

"Esto pasa por no haberte vuelto a casa cuando tocaba. ¿Vas a ir a casa, no?" -recibo de mi hermana.
"Tu no te molestes en ir, eh" -le envío.
"Yo no puedo, tú sí" -me dice contestándome.
"No te preocupes, tu sigue divirtiéndote, como siempre" -le digo finalizando la conversación.

-Ya tengo el billete del AVE, Pablo, sale mañana a las diez. Es ya la una y media de la madrugada, debería irme ya a dormir.
-Te voy a echar de menos, Anna, mucho.
-Ya no volverás a verme.
-Espero que eso no sea así y el destino vuelva a acercarte a mí -me dijo con la mirada totalmente perdida y, sinceramente, yo también lo esperaba-.

A penas continuamos la conversación. Simplemente, nos miramos y sabíamos que estos días habían merecido la pena. Me subí a la bohardilla y busqué en los cajones un papel donde poder describir todo lo que tenía en mi cabeza: 

"Buenos días, Pablito. Curiosamente te conozco prácticamente desde que llegamos. Estos días han sido un maldito desastre en mi vida pero tú siempre has supuesto un gran apoyo. Te voy a echar de menos. Estoy muy contenta por haberte conocido, mucho, de verdad. No te olvidaré fácilmente, eh. Cuídate, quiérete (un poco menos, creído) y, si alguna vez volvemos a coincidir espero que sea en un restaurante chino. Gracias, sin más.
Con cariño, hacia alguien que me hace desconectar.
Pd.: Le cogí cariño a esta pulsera, me la regaló mi padre hace muchos años. No me olvides, anda.
Anna."


miércoles, 29 de abril de 2015

Día 4.3: Mil confesiones y un por qué.

Lo veo aparecer. Se le nota enfadado. ¿Qué le pasa?

-Hoooola guapetón -digo sonriendo-, gracias por venir a salvarme.
-Anna, vámonos -soltó serio y me agarró del brazo tirando de mi-.
-Pablo, ¿qué te pasa? -le dije soltándole la mano de mi brazo-.
-Anna, anda -dijo mandándome-.
-¡No, Pablo! ¿Qué coño pasa? -dije ya enfadada y agarrándole esta vez yo del brazo fuertemente-.
-Cuando estemos en mi casa hablamos.

Nos subimos al autobús completamente en silencio, ¿qué podría pasar? Ni siquiera nos miramos. Al llegar subimos al comedor y me senté en el sofá. Pablo no paraba quieto y empezó a desnudarse.

-¡Pablo, Pablo, Pablo! Para, ¿qué haces? -le dije cuando ya se bajaba los pantalones-.
-Anna, lo siento.
-Tranquilo, lo único que me molesta es que tus piernas sean más bonitas -le dije riendo y se echó a reír el también-.
-Y gracias por esto ahora. Me disculpo por lo de antes.

Miro el móvil mientras Pablo se va al baño. Supongo que algo habrá pasado y necesitará desconectar. Veo veinte llamadas de mi padre. ¿Tantas? Decido llamarle, estará preocupado por este viaje.

-Anna, Anna cariño -escucho al otro lado del teléfono-.
-Papá, te echo tanto de menos... -le escucho sollozando- ¿Qué ocurre?
-Anna, mamá a vuelto a caer -dice con miedo y yo me rompo un poco más-.
-¿Dónde está, papá?
-En la clínica.
-Iré mañana mismo -adiós, Barcelona-. Cogeré el primer tren.
-No hace falta, cariño, está bien, está bien cuidada... pero díselo a Carla, no he conseguido hacerme con ella. ¿Está ahí contigo?
-Sí, papa, aquí está.
-Pásamela, anda.
-Bueno, es que ha salido a por algo de cenar.
-Vale, Anna. Díselo entonces. Te dejo, ya es tarde. No vengas, disfrutad.
-Te quiero, papá. Y a mamá.
-Os quiero mis niñas.

Y colgué. Esta noche sería más dura aún. Le envié un mensaje a Carla.

"Carla, la mamá está en la clínica" -enviar.

Prepararé algo de cenar y me despediré de Pablo. Qué menos después de estos momentos y de haber estado ahí, conmigo. Le dejo una nota a Pablo:

"Bajo un momento a comprar una revista y subo. 
Llaves (x)
Dinero (x)
No alejarme (x)
Perfecto. Desconecta, Pablito." - y me echo a reír sola.

Bajo y compro arreglo para preparar una cena de picoteo. Unas gambas, un poco de sepia, un pequeño rissoto, un poco de morro... Al llegar de nuevo a su casa le digo que, por favor, baje que no he conseguido la revista que quería y si iba yo, me perdería. Así tenía tiempo de preparar la cena.
Aprovecho y me pongo guapa. Cojo un vestido negro de encaje precioso que me compre para una cenita buena aquí, me hago unos ligeros tirabuzones y, muy a mi pesar, cojo esos taconazos negros. Me hago la ralla del ojo y me pongo un poquito de brillo en los labios.

-Pero, Anna -dice nada más entrar por la puerta y verme- estás... increíble.
-Gracias -digo vergonzosa-.
-¿Qué es todo esto? -dice mientras se muerde el labio y no deja de mirarme-.
-Tenemos que hablar.
-Oh, no, por favor, no me dejes -dice poniéndose de rodillas, entre risas-.
-Idiota -digo sonriente-. ¿Cenamos?
-Perfecto -dice mientras nos sentamos- Hacía tiempo que no comía así, ni acompañado.
-Pablo, ¿qué ha pasado hoy? -digo sabiendo que tenemos muchas cosas de las que hablar-.
-Quién, más bien. María. María se llama. Cuatro años de relación.
-Y, ¿qué pasó? ¿Por qué se acabó?
-Me dijo que ya había cumplido todas sus metas conmigo, que sentía que no podría avanzar más y ella necesitaba más, al final se dio cuenta de que merecía más. Ese más también tenía nombre: Roberto, mi mejor amigo.
-Y, ¿qué ha pasado hoy para que... estuvieses así?
-Está embarazada. Me lo ha contado mi madre. Irónicamente aún mantienen contacto porque consiguió ganársela y yo quede como un hombre que no supo hacerla feliz. Esa es la historia de mi vida. ¿Cuál es la tuya?
-Yo no tengo una historia.
-Anna, va, suéltalo.
-Pablo, me voy a Badajoz.
-¿Qué?
-He hablado con mi padre. Verás, mi madre... mi madre está en una clínica psiquiátrica. No es la primera vez, ni será la última. Tiene depresión, muy aguda. Cuando yo era pequeña, unos ocho o nueve años, mi madre sufrió un atraco con agresión, yo iba con ella en el coche cuando pasó y a mi, bueno, me pegaron. Mi madre se sintió tremendamente destrozada al no haber podido impedirlo e intentó matarse en varias ocasiones en muy poco tiempo. No ha conseguido superarlo y, de vez en cuando, simplemente, no puede con su vida. Si a eso le sumas que para pagar sus tratamientos mi padre trabajaba todo el día y, aun así, había meses que no podíamos pagar o teníamos que pedir a bancos de alimentos... Esa mezcla hace que yo sea como soy.
-Me contaste algo más esa noche, cuando ibas tan bebida.
-¿Qué te conté?
-Me dijiste que, unas navidades, tu madre estaba ingresada y tu padre estaba sin un duro. Me contaste que tu padre fue a un mercadillo una mañana, a trabajar a cambio de unos peluches y algún collar o algo de ropa que poder daros el día de reyes.
-Así fue. Cuando tenía once años.
-También me dijiste que años después lo hiciste tú a cambio de verduras que vendiesen allí.
-Mis padres y mi hermana tenían que comer.
-Anna, eres preciosa.

lunes, 27 de abril de 2015

Día 4.2: Alguien tenía que cuidarte.

-Aquella noche, sobre las dos, me acerqué a Laura. Ya sabes, el ligón que llevo dentro. Nos enrollamos y, bueno, iba muy contenta y le pregunte sobre por que habíais venido aquí, que cuántos días... ya sabes, tonterías. Me contó que hace un par de meses discutisteis, Laura, Rebeca y tú, porque creían que te centrabas demasiado en casa e ignorabas el grupo -miró al suelo de manera continuada-. Anna, me dijo que Rebeca no te soportaba desde entonces y que a ella tampoco le caías demasiado bien y que intentaban, desde entonces, que la cagases para tener una excusa para echarte del grupo -sabía que empezaban a caer mis lágrimas- y esa noche tuvieron la excusa perfecta. Al poco de decirme eso te vi pasar y me salí fuera a hablar contigo. Ibas muy... afectada por la bebida. Creo que te echaron algo en la copa porque había un chico que te seguía constantemente.
-¿Pasó algo con ese chico?
-No, Anna, pero poco faltó. Verás, ellas... lo estaban viendo y estaban riéndose de la situación -noté como no podía ni mirarme. Le sujeté la barbilla para obligarle a hacerlo-.
-Pablo, ¿por qué te afecta algo que no le afectaba ni a ellas, que se supone que me querían? ¿Por qué tienes tú que... cuidarme aquí?
-Alguien tenía que hacerlo, ¿no? -se levantó corriendo del sofá y enseguida noté que algo no iba bien en su cabeza. Me acerqué a él, que estaba en la cocina y le acaricié el brazo-.
-Y, ¿quién te cuida a ti?

En cuanto lo dije sabía que él también tenía algo que contar. Sabía que la había cagado con eso pero, vamos, siempre había creído que detrás de estos chicos había algo grande que contar, algo jodidamente duro.
Poco después se vistió y se fue a trabajar. Trabaja en un bar aquí cercano, es irónico que no se haya quedado con ninguna receta. Es curioso que parezca como que estamos intentando conocernos y esté metida en su casa. Aprovecho para coger el móvil y llamar a Carla, aunque no sé si me lo cogerá.
Al segundo tono...

-¿Si? -se oye al otro lado del teléfono-.
-Ca... Carla, ¿cómo estás?
-Annita... ¿cómo estás tú? ¿Estás ya en casa?
-Sigo aquí, en Barcelona.
-¿No piensas volver a casa?
-¿Eso es lo único que te importa, que me pire? ¿Por qué consentiste toda esta mierda?
-Anna...
-¡Estoy harta! -dije con poca voz y muchas lágrimas- ¡No te importo una mierda! Ni sabes qué decirme.
-¿Has hablado con papa?
-¿En serio? Y qué si lo he hecho. ¿Sabes? No soy capaz de reconocerte. ¿Quién coño eres? -y colgué, ya no podía más-.

Me fui a dar un paseo porque no quería ni pensar en esa llamada. Lo único que le importaba es si estaba en casa, vamos hombre. Cojo unas llaves que están por aquí encima por si acaso a la vuelta aún no ha llegado Pablo.
En realidad, sí debería volverme pero... me siento muy a gusto con Pablo y... no sé, no quiero volver. ¿Qué será lo que le mantiene tan roto? Sí, esa es la clave. Me pongo los cascos y ando y ando sin ni saber dónde voy. Oh, mi canción. Justo entonces se corta, me están llamando, número desconocido. ¿Quién será? Vaya, las ocho y media de la tarde ya. ¿Dónde estoy? Decido coger el teléfono.

-¿Quién es?
-¿Anna? Soy Pablo, ¿dónde estás? He venido del trabajo y no me abres y... bueno, que quiero entrar, vaya.
-¿Por qué tienes mi número?
-Anna, te lo cogí anoche. ¿Dónde estás?
-Pues... -me reí- te vas a reír. Verás, no sé dónde estoy.
-No puede ser...
-Sí, es.
-La madre que te parió. Pregunta la calle a alguien.
-No, espera, aquí hay un centro comercial.
-¿Quieres hacer el favor de preguntar? -dijo muy enfadado-.
-Calla, Pablito, centro comercial... ¿Ma... re... magnum? ¿Maremagnum? ¿Te suena?
-¿Llevas dinero?
-Pues te vas a seguir riendo porque no, no llevo dinero.
-¿Cómo puedes ir por ahí sin saber ni dónde estás y sin un puto duro? Ahora voy, quédate en la puerta del centro comercial.
-Cómo usted mande, señor.

domingo, 26 de abril de 2015

Día 4.1: Buenos días.

La luz consigue desvelarme. Abro los ojos poco a poco y no puedo evitar mirar a mi alrededor. Vaya, la casa es muy bonita. Esperaba un pisito de soltero, un pequeño caos un poco sucio pero no. Estoy en la bohardilla, tiene aquí una especie de salón chiquitín y una pequeña cama. ¿A cuántas chicas habrá traído aquí? -pienso. He dormido fatal. Bueno, he dormido, no se si reír al pensar eso. Dormía, me despertaba, me volvía a dormir... así toda la noche. Escucho música de fondo, no reconozco al artista pero tiene un sonido como de jazz. Me recojo el pelo con un pequeño moño y voy al baño. Qué pintas llevo. Bajo las escaleras descalza y con cuidado porque con lo torpe que soy no me extrañaría caerme y haría el ridículo de una manera muy curiosa pero sin gracia, al menos para mí. Veo a Pablo bailando muy animado mientras friega los platos y no puedo evitar sonreír como una tonta.

-Buenos días bailarín -digo casi chillando y se gira rápidamente-. ¿Sueles ir siempre así para dormir?
-Buenos días. Sí, ¿no te gustan estos calzoncillos? Los tengo verdes si los prefieres -me dice sonriente-.
-Nah, ese azul te queda perfecto -se echó a reír-.
-¿Cómo has dormido Anna?
-Bueno, bien... Oye, gracias por la cena. Bueno, y por dejarme dormir aquí y todo esto. Voy a llamar a mi padre para ver como soluciono los billetes de tren o bus o... no sé, lo que sea.
-¿No vas a quedarte? -me dijo mientras comía su tostada-.
-¿Podrías cerrar la boca mientras me hablas? Qué asco, he visto toooda tu tostada troceada... -se empezó a reír fuerte y abrió la boca dejando ver toda la comida y acostándose encima mía- Quita, quita. ¡Ahhh! -me hizo cosquillas- Para, por favor, para -dejó de hacerme cosquillas, menos mal-. No, Pablo, no puedo estar aquí, sola, sin dinero suficiente y sin... sin nadie. Verás, anoche... el día de ayer pudo conmigo y solo necesitaba desconectar y un graaaan abrazo y me sentí tan perdida... No se me da bien ser un alma solitaria. Además, yo vine aquí por estar con ellas, no hay nada que me ate a quedarme.
-¡Qué mentirosa! Reconoce que te quedarías si yo te lo pidiese -me guiñó el ojo y no pude evitar reír-.
-Pablo, ni nos conocemos. Dime, ¿qué coño hago yo aquí, en tu casa, en casa de alguien que solo sé que se llama Pablo?
-Y que duermo en calzoncillos.
-Y que duermes en calzoncillos.
-Y que me gusta la cerveza y la comida china -continuó-.
-Pablo, no se nada de ti ni tú de mi. Podría ser una ladrona que solo quiere saquearte la casa.
-Qué va, mujer, tú no eres así. Anna, estamos a lunes. Hagamos un trato, ¿vale?
-Propón.
-Mira, tú llama a tu padre si te apetece hablar con él un rato, pero no le pidas billetes de nada. Quédate aquí un par de días, déjame que te haga un tour por aquí y déjame conocerte y que me conozcas, claro. ¿Te parece bien?
-Con una condición: que me digas por qué estás haciendo esto.
-No quiero hacerte daño.
-Pues gracias por todo y has... -me cortó-.
-No. Sé por qué tus amigas te dejaron tirada la otra noche. Y me cabrea que lo hicieran pero más me cabrea que al día siguiente te mandaran a la mierda.
-Pablo... ¿qué es lo que pasó?

Día 3.3: ¿Qué pasó anoche?

-¿Lo de anoche? -dije sin entenderlo- ¿Qué sabes de anoche? No recuerdo haberte visto.
-Sí, bueno, me lié con tu amiga Laura anoche. Te vi pasar bastante mal mientras hablaba con ella y te seguí hacia fuera. ¿Quieres saber lo que me dijiste? -se ríe pícaro y yo asiento con miedo- Me dijiste: ¿aquí todos estáis tan buenos? -se echó a reír y yo me quería morir por la vergüenza- Claramente te dije que no, yo soy el mejor.
-¿Por eso me has traído aquí? -dejó de reírse y se puso serio-.
-No, te he traído aquí por lo que no dijiste y tus ojos gritaron: miedo, dolor, inseguridad, amigas que no lo son y una lucha que no sabes cómo ganar.
-Debería volver a Badajoz. Buscaré trenes, buses... lo que sea.
-Deberías quedarte. Barcelona se merece una segunda oportunidad, tú te la mereces.
-Pablo...¿te importa si me doy un baño y me voy a dormir?
-Para nada. Voy a por toallas y te preparo la habitación. Acábate la cerveza, anda.

Me meto en la bañera y automáticamente me pongo a llorar. Hundo constantemente mi cabeza. ¿Qué voy a hacer? ¿Qué estoy haciendo? Salgo de la bañera, me enrollo en la toalla, me peino y voy corriendo a la habitación para ponerme algo de ropa. Veo una nota encima de la cama:

"Voy a comprar algo para cenar, siéntete como en tu casa y enamórate de Barcelona"

Me pongo el pijama: mi camiseta ancha y mis shorts y me meto en la cama. Sigo llorando esperando dormir un poco y cierro los ojos. Escucho como Pablo abre la puerta.

-Vaya, ya te has acostado -escucho y se sienta en la cama a mi lado, cree que duermo-. Has llorado demasiado hoy, ¿eh, pequeña? Pero no solo hoy, lo que me contaste ayer de tu familia, como luchaste por ellos... por eso estás aquí, ya es suficiente -cogió un papel y escribió. Me tocó el brazo y se fue, haciendo ruido-.

"Aquí tienes comida, tienes que comer algo. Te veo mañana."

Vaya, asique dije algo más. No soy la única que habla sola, pensé y sonreí. Al final, va a tener su corazón y todo. Qué rico, tallarines con gambas, como un poco y me duermo. Mañana será otro día.

sábado, 25 de abril de 2015

Día 3.2: Y, ahora, ¿qué?

Pero ni caso, Pablo sigue andando dirección a su casa, o eso creo. ¡Vamos, ni nos conocemos! ¡Esto es una locura! Sin duda, debería irme a casa, a Badajoz, mi padre lo entendería. Madre mía, lo mucho que necesito uno de sus abrazos.

-Bueno, aquí es -dice sonriendo-.

Nada más abrir vemos a una chica que se lanza a sus labios sin pensárselo dos veces. Vaya, qué guapa, qué delgada, qué perfecta. Está semidesnuda y me quedo a parte ante aquella situación.

-Creía que ya te habrías ido -dice Pablo dirigiéndose a ella-.
-¿Me echas cariño? -añadió ella poniéndole morritos-.
-Para nada, reina, pero como trabajabas hoy...
-Oh, sí, llego tarde. ¿Luego hablamos?
-Claro, luego te llamo.

La chica se va a la habitación, se pone rápidamente un pantalón y se va aún con los zapatos en las manos.

-¿No vas a preguntar si es mi novia? -me dijo medio riéndose-.
-Tu casa, tu vida, tus forma de vivirla.
-Me gusta tu respuesta pero te diré algo: a ti no me hace falta llamarte reina, tu pago de antes lo hace innecesario.
-Asique eres de esos, ¿eh? Un ligón como forma de vida -le digo desafiante-.
-Algo así. ¿Cerveza? -Asentí- Te aviso de que está helada -sonrió-. ¿Tienes algo en contra de los ligones?
-Sí, que no valoráis los sentimientos. Os movéis, simplemente, por la pasión, por el sexo fácil y vacío, pero cuando alguien te importa es cuando es mejor el sexo, tenlo claro. Pero bueno, que cada uno vive la vida como quiere y puede.
-Vaya, qué viaje me has dado. Cambiemos de tema: ¿qué ha pasado? ¿Por qué buscas un hostal? ¿Es por lo de anoche?

Día 3.1: Resaca.

Son las siete de la mañana y estoy en un banco sentada a un par de calles de casa. Tengo algunas lagunas de anoche pero recuerdo casi toda la noche. Qué mal me encuentro. Ando descalza hasta la casa y, al llegar, no hay nadie. ¿Dónde están las chicas? ¿Por qué me dejaron tirada anoche? Me acuesto en cuanto llego, no quiero ni pensar.
A las cinco me despierto. ¿Dónde están? ¿Por qué no me han llamado? Esta no se la perdono a ninguna. ¿Y mi hermana? Se la ve preocupada...
Escucho la puerta y bajo al salón enfadada.

·Anna: Hombre, por fin -veo como vienen de la playa-. ¿Se puede saber de qué vais?            Anoche me dejasteis tirada y ni os ha importado si seguía viva.
·Carla: Anna, siéntate, tenemos que hablar.

¿Anna? Algo no va bien. Carla desaparece del comedor, no entiendo nada.

·Laura: Anna, tienes que irte de aquí. Anoche, tu forma de actuar... En fin, lo hemos             hablado y lo mejor es que te vayas. Ten, tu parte del precio del chalet. Nosotras nos vamos un rato para que hagas las maletas.
·Anna: ¿Qué dices Laura? ¿Estás de coña? Sonia, dime que esto es una broma, mala claro. -Sonia se levantó y se fue- Pero, ¿qué voy a hacer yo aquí? Con esto no me llega a nada. Chicas... vamos.
·Rebeca: ¡A la calle, Anna!

Y sí, se fueron. De broma no tenía nada. Tenía 500€ para estar y vivir en una ciudad que desconocía. Sólo una noche de hotel ya me costaría gran parte del dinero. ¡Esto es una locura!
Hago las maletas lo más dignamente que puedo y me bajo a una plaza cercana. ¿Qué puedo hacer?

-¿Qué pasa, qué en tu ciudad no dan bolsas cuando vas de compras y te paseas con las maletas? -escucho de fondo. Alzo la vista y veo a Pablo-.
-No estoy para chistes, Pablo.
-Oh, vaya, ya sabes mi nombre -se sienta a mi lado-.
-Oye, Pablo, tú no sabrás, por casualidad, de algún hostal baratito donde vivir un mes por menos de 500€, ¿no?
-Creía que veníais de vacaciones, ¿no teníais atado el hotel?
-Es solo para mí. Es algo largo de explicar -noté como empezaban a caer mis lágrimas- y tampoco sabría bien cómo hacerlo.
-Oye, ¿te gusta la cerveza? Te invito a una y charlamos un rato.
- Verás Pablo, solo quiero buscar un hostal, meterme en la cama y pensar qué coño hacer -hasta él se puso serio-.
-Bueno, vivo a un par de calles de aquí. Mi casa no es como un hotel pero... puedes darte un baño y descansar un poco -me secó las lágrimas-. Vivo solo, vente y ya pensarás qué coño hacer. Además, tus tripas me cuentan que necesitas comer algo y yo hago la mejor comida de Barcelona -se ríe-. Bueno, el restaurante chino de allí la hace- añade susurrando- pero shh -me guiña el ojo y me hace sonreír-.
-No hace falta, Pablo.
-Eso sí, tengo que cobrarte algo.
-Ya sabes mi presupuesto -se ríe-.
-No acabas de entenderme. ¿Cómo te llamas?
-Anna.
-Perfecto, Anna, me doy por pagado la primera noche con esto. ¿Vamos?

Me reí y cerré los ojos un momento para pensar en qué hacer. Debería volverme a casa pero si mi padre me ve llegar sola... me matará a preguntas. Al abrir los ojos, Pablo ya estaba con mis maletas calle abajo.

-¡Oye, espera! ¡No te he dicho que sí!

Día 2: Empezando la marcha.

Aunque no nos fuimos muy tarde a dormir, a todas nos costó levantarnos. Tocaba ir a hacer la compra de la semana, sobretodo del fin de semana. Aunque normalmente hacíamos la lista entre todas y luego íbamos a comprar Sonia, yo y, a veces, Carla, esta vez Laura y Rebeca también querían ir. Qué raro. 
Nos montamos en el coche y vamos a un súper que vimos cerca anoche. Cada una va a por una cosa: yo a por la pasta y el arroz.

·Anna: ¿Dónde estará la pasta vegetal? Dios, qué mareo.
·Chico: ¿Tiendes a hablar sola de normal? -escucho-. Ten, aquí tienes.

Me giro y veo al chico de anoche, el que nos dijo dónde cenar. ¿Cómo se llamaba? Era algo con p...

·Anna: Em... gracias... ¿Pedro? -se rió-. Vale, entiendo que no. Y no, no suelo hablar sola -digo con tono de enfado-.
·Chico: Pablo, me llamo Pablo. Sois nuevas aquí, ¿no?
·Anna: Sí, hemos venido de vacaciones.
·Pablo: Se nota, se nota... ¿mucho tiempo?
·Anna: ¿Debería decírtelo? Podrías ser un violador, un asesino...
·Pablo: ¿Con esta carita? Vamos...
·Anna: Creído.
·Pablo: Espero veros más, a todas.
·Anna: Adiós, Pablito -le guiñé el ojo.

Qué creído, seguro que se quedó con ganas de Laura, cualquiera se quedaría así, ya estaba acostumbrada a su triunfo entre los chicos.
Volvimos de la compra, comimos y aprovechamos para ir a la playa a tomar el sol.
·Anna: ¿A que no sabéis a quién he visto en el súper?
·Rebeca: ¿A quién?
·Anna: A Pablo, el de anoche. Me ha dicho que espera vernos a todas más. Es muy guapo. Yo creo que quiere algo contigo Lau.
·Laura: Y, ¿quién no? -nos reímos sin parar.

La tarde fue perfecta. Volvimos a casa, cenamos, nos duchamos y nos fuimos a una discoteca que tenía muy buena fama allí.
Entramos ya contentas, ya que las copas son muy caras. El ritmo de aquí es mucho más extremo, la gente se pone hasta las cejas y qué aguante. Qué buena música y qué buen ambiente.
A las dos Rebeca ya está con un chico y Laura hablando con otro. Carla se ha ido con Sonia al baño hace como una hora. Me salgo a fumarme un cigarro y una chica empieza a tirarme los tejos. Se pone muy pesada y acabo tirando el cigarro y yéndome dentro. No sé cómo pero supongo que los últimos chupitos hacen que no pueda conmigo misma. Pierdo a las chicas completamente, no sé dónde están y me encuentro fatal.

Día 1: La llegada.

1er día: Directas a Barcelona.

Tenía unas ganas tremendas de este viaje. Llevábamos planeándolo casi seis meses. Era la oportunidad perfecta para probar si nuestra amistad podía sobrevivir a la convivencia. Nuestros planes eran esos: irnos a vivir juntas todas después de este verano. 
Hicimos todas la maleta poco a poco y casi todo era ropa nueva, para que no se notase en casa. Guardábamos la maleta en un bajo de los padres de Laura. Laura, posiblemente, siempre fue un poco la líder. Tenía don de gentes, se llevaba bien con todo el mundo, sin embargo, a mi quien mejor me caía era Sonia. Sonia era la más tranquilita, adoraba leer y bailar. Rebeca... bueno, ella siempre se preocupa por los chicos, nada más. Y Carla es mi hermana, qué voy a decir.
Bueno, estamos ya en el coche. Nos vamos turnando para conducir porque son demasiadas horas, diez concretamente. Dejamos Badajoz, lo echaré de menos. ¿Estarán bien mis padres?
·Sonia: Anna, ¿qué piensas tanto? ¿Estás emocionada?
·Anna: ¡Claro! Pero creo que voy a dormir un poco, estoy cansada.
·Laura; Habréis apagado los móviles ya, ¿no?
·Todas: Siiiii.
Que descanso, unas horas así, con los ojos cerrados, que lujo. Ahora me toca conducir a mí, las últimas dos horas. Espero que el chalet valga la pena. Dios, un baño esta noche en la piscina, qué bien me va a venir.
·Anna: Esta noche de tranquis, ¿no?
·Rebeca: ¿Qué dices? Esta noche de fiesta ya.
·Sonia: Claro, como tú no has conducido, Rebe. Toca ya el carné, eh. Todas nos lo sacamos a los 19 y ya no tenemos la L ninguna... Deberías pensarlo.
·Carla: No discutáis...
·Anna: Si lo sé no digo nada.

En fin, al final salimos a cenar y de fiesta... ya mejor mañana. El chalet es perfecto, cada una tiene su cuarto y la piscina... madre mía. Me ha tocado por sorteo la habitación con baño y... ¡menuda bañera! 
Nos hemos arreglado un poco y bajado a la playa pero, ¿dónde se cena bien?
·Laura: Perdona, ¿podrías decirme donde podemos cenar por aquí? Bueno, y tu número.
·Chico: Me llamo Pablo, por si te interesa -me mira-. Se cena genial en ese restaurante chino o en una bocatería en esa calle.
·Laura: ¿Y el número?
·Pablo: Ah, ¿no te lo he dicho? Pues relaciona, ¿no? Buenas noches y de nada guapas.

Al irse me roza levemente el brazo. Vaya, qué guapo es, espero que no sean todos tan guapos porque estas se pasarán el día ligando y me aburriré muchísimo.

·Laura: Pero, ¿de qué va? Se creerá algo...

Cenamos y nos fuimos a dormir.
Muy rica la bocatería.