Pero ni caso, Pablo sigue andando dirección a su casa, o eso creo. ¡Vamos, ni nos conocemos! ¡Esto es una locura! Sin duda, debería irme a casa, a Badajoz, mi padre lo entendería. Madre mía, lo mucho que necesito uno de sus abrazos.
-Bueno, aquí es -dice sonriendo-.
Nada más abrir vemos a una chica que se lanza a sus labios sin pensárselo dos veces. Vaya, qué guapa, qué delgada, qué perfecta. Está semidesnuda y me quedo a parte ante aquella situación.
-Creía que ya te habrías ido -dice Pablo dirigiéndose a ella-.
-¿Me echas cariño? -añadió ella poniéndole morritos-.
-Para nada, reina, pero como trabajabas hoy...
-Oh, sí, llego tarde. ¿Luego hablamos?
-Claro, luego te llamo.
La chica se va a la habitación, se pone rápidamente un pantalón y se va aún con los zapatos en las manos.
-¿No vas a preguntar si es mi novia? -me dijo medio riéndose-.
-Tu casa, tu vida, tus forma de vivirla.
-Me gusta tu respuesta pero te diré algo: a ti no me hace falta llamarte reina, tu pago de antes lo hace innecesario.
-Asique eres de esos, ¿eh? Un ligón como forma de vida -le digo desafiante-.
-Algo así. ¿Cerveza? -Asentí- Te aviso de que está helada -sonrió-. ¿Tienes algo en contra de los ligones?
-Sí, que no valoráis los sentimientos. Os movéis, simplemente, por la pasión, por el sexo fácil y vacío, pero cuando alguien te importa es cuando es mejor el sexo, tenlo claro. Pero bueno, que cada uno vive la vida como quiere y puede.
-Vaya, qué viaje me has dado. Cambiemos de tema: ¿qué ha pasado? ¿Por qué buscas un hostal? ¿Es por lo de anoche?
No hay comentarios:
Publicar un comentario