domingo, 24 de mayo de 2015

Día 10.1: Te echaba de menos.

-Anna... ¿me echabas de menos? -dijo Pablo y su inconfundible voz mientras se acercaba a , que seguía en la cama- Yo sí, no sabes cuánto -me giré a verle y ahí estaba, semidesnudo, metiéndose en la cama conmigo-.
-No te haces una idea de lo que esperaba volver a tenerte cerca -dije susurrando mientras él se acercaba cada vez más a mí-.
-Voy a conocer lo mejor de Badajoz, tu piel -dijo mordiéndose el labio-.

Y segundos después empezó a besarme. Con pasión, con fuerza, como si me hubiese echado de menos una eternidad. Me agarraba y me acercaba a él haciendo parecer que hasta la piel nos sobraba. Cuando acabó de devorar mis labios comenzó a bajar hacia mi cuello y yo no podía parar de sentir que seguía necesitando más de él. Le agarré fuerte de la espalda, incluso, creo, le hice alguna que otra herida pero nada importaba. Su cuello era de lo más apetecible y su pecho parecía estar perfectamente creado para que mis manos se perdieran en él. Entonces, hasta la ropa interior estaba de más y...

-¡Anna! Qué sorda estás, madre mía -dijo mi hermana desde la puerta de mi habitación- Vaya, has pasado mucha calor esta noche, eh, estás empapada.
-Carla, ¿qué quieres? Estaba durmiendo... -mierda, solo era eso, un sueño-.
-Nada, que ya me voy. Estate pendiente de la puerta, anda.
-Sí. Adiós.
-Hasta luego -dijo feliz y saliendo por la puerta de casa-.

Madre mía, Anna, estás fatal. ¿A qué viene ese sueño si nunca más volverás a tenerle tan cerca? Parece mentira que, con tan solo un beso, ya haya conseguido que quiera que siga besándome hasta quedarnos sin aire. En realidad, aunque fuesen dos días con él, le echo de menos. Es capaz de hacerme reír y vibrar.
Me voy al baño y me pego una ducha, este sueño requería amanecer con una ducha. Salgo de la ducha y me pongo un culote y una camiseta de mi padre vieja. Jo, como me gusta estar así por casa. Suena el timbre y me dirijo a abrir la puerta asomandome solo y sin dejar que pase para que no me vea en ropa interior. Supongo que serán las maletas de mi hermana.

-Buenas, dejelas ahí, por favor -digo señalando el hueco que dejo abierto-.
-¿No vas a dejar que pase?
-¿Christian? -dije asomando mi cabeza y haciéndole un gesto para que pasase y nada más entró le abracé bien fuerte-. No sabes la falta que me hacías pero, aun así, ¿qué haces aquí?
-Alguien me chivó que necesitabas un buen amigo...
-Mi padre, ¿no? Él siempre metiéndose en esto...
-Solo quiere verte feliz.
-¿A costa de tu felicidad? -dije sabiendo que él lo negaría pero era así-.
-Anna, por verte feliz daría mi felicidad y mi vida, parece mentira que lo dudes, enana. Además, tengo cosas que hacer por aquí -dijo sentándose en el sofá de un salto y dando palmaditas en el asiento para que me pusiese a su lado. Me senté con él y puse mis piernas encima de las suyas, como en los viejos tiempos. Él acariciaba mis piernas mientras me contaba lo bonito que era Cadiz.- Y, entonces, los chicos insistieron en que debía luchar por lo que quería e irónicamente, pensé en tu sonrisa. -A penas le escuchaba pero, joder, qué bonito era saber que ahí estaba, hablándome de historias con sus amigos y de sonrisas que valían la pena pero, mírale, Anna, la sonrisa que vale la pena es la suya-. Son las dos ya, deberíamos pensar en qué comer, ¿no crees?

Pero el timbre me interrumpió. Fue a abrir la puerta Christian porque yo seguía medio desnuda y no tenía intención de que me viese toda la calle. Supuse que serían las maletas de una vez por todas aunque menudas horas.

-Anna, ¿has pedido comida china? -escuché de fondo decir a Christian-.
-¿Qué dices? -dije chillándole-.
-Aquí hay alguien que trae comida china para ti, se llama Pablo, ¿te suena?

¿Qué? ¿Pablo? No, no puede ser. Me asome corriendo a la entradita y ahí estaba.

-Pablo: ¿Interrumpo algo?

sábado, 23 de mayo de 2015

Día 9: Entre sueños y silencios.

Abro los ojos lentamente, miro el móvil, diez y cuarto de la mañana. Qué pronto, pienso, aunque en realidad no es cierto. Mi costumbre de levantarme a las nueve hoy la pasaría por alto. Apago el móvil y bajo un poco más la persiana por dónde entraba un poco de luz. Cierro los ojos de nuevo y me doy media vuelta.
Vuelvo a abrir los ojos, qué maldito dolor de cabeza. Escucho a alguien hablar fuera, es una mujer. Reconozco la voz, parece mi hermana pero no puede ser que esté aquí. Me levanto de la cama, tranquilamente. Me pongo un chandal y atravieso un gran pasillo que siempre he odiado, este maldito pasillo que parece no terminar nunca, y ahí está: Carla.

-Annita -dijo saltando a mis brazos y abrazandome fuerte, sin yo devolverle el abrazo-.
-¿Cuándo has vuelto? ¿Con quién?
-Ni un hola ni nada, ¿eh, hermanita?
-Contéstame.
-He vuelto hace un par de horas, mamá está mal, ¿no?
-Cómo si eso te importase -dije en tono bajo para que no lo escuchase mi padre, que seguía por casa danzando-.
-Annita... ¿cuándo has crecido tanto?
-Cuando tu bebías y fumabas más de la cuenta, Carla -dije cortante-. Y no vuelvas a llamarme Annita en tu vida -dije dando por finalizada la conversación y dirigiéndome hacia la cocina-.

Cogí un zumo de la nevera y miré el reloj. Vaya, las cuatro y media, ¿por qué no me habrá llamado mi padre? Es raro que no se haya pasado la mañana entrando y saliendo de mi habitación y diciéndome que comiese algo y, por supuesto, yo negándome a ello. Lo mismo de siempre, vaya. Me tomo el zumo y me voy de nuevo hacia mi habitación. No sé por qué tengo tantísimo sueño. Me vuelvo a meter en la cama.

-Hola, cariño -dije mi padre mientras me acaricia la mejilla-. Son las ocho de la tarde y no has tomado nada en todo el día.
-Papá, solo quiero dormir...
-Tienes que comer algo.
-Ahora bajaré y comeré algo. ¿Trabajas mañana?
-Sí.
-¿Estaré sola con Carla? -suspiré-.
-No, Carla no estará pero me ha dicho que te quedes en casa porque tienen que traerle las maletas.
-Oh, claro, a la disposición de la señorita. No le vaya a faltar nada. ¿También quiere que organice su habitación y la limpie dejándola perfecta?
-Anna...
-Déjalo, papá, no me apetece discutir.
-Cariño, mamá está estable. Me he acercado a la clínica y parece que está un poco mejor. Además, con Carla aquí... ¿por qué no llamas a Christian y te vas unos días con él? -mi padre y su manía de que acabaremos juntos-.
-Papá, él está con sus amigos, deja que no vaya la pesada que siempre le llama con sus mierdas.
-Estoy seguro de que adoraría que fueses -seguro, pienso-.
-Pero él también se merece un respiro.
-Voy a hacerte algo de comer y me voy a dormir, en cuanto te lo comas -dijo sonriente y saliendo de la habitación sin dejar que yo le replicase nada-.

Me lo dio y se espero hasta que no dejé ni una miga. Ni que fuese a morirme por no comer un día, qué pesados son todos con la manía de que coma a todas horas. Me decido a encender mi móvil por si el mundo ha decidido entrar en guerra y alguien ha querido avisarme. Veo varios mensajes de Christian preguntándome cómo estoy hoy y cómo va todo. Él siempre tan pendiente de mi. Veo un par de llamadas de Sonia, que ignoro como me ignoraron ellas a mi y un whatsapp de Pablo que dice: 
"Sin duda, el verde es mejor. ¿Sigues queriendo comida china?"

¿Qué dice? Seguro que habrá salido y ni sabe lo que dice él mismo. Qué tonto está. No me apetece darle muchas vueltas a nada asique, tras ver todo, vuelvo a apagar el móvil y cojo el portátil. Pongo mi lista de reproducción de "noches en vela", creo que el título ya deja claro que canciones muy moviditas no son. Me pongo a pensar, mientras suenan todas esas canciones, en Pablo, en lo que me hace sentir en tan poco tiempo. Solo escuchando su voz ya hace que se me erice la piel y sienta ganas de que, de nuevo, sus labios y los míos empiecen a pelear en una batalla de a ver quién se tiene más ganas, esa batalla que ninguno pierde. Y luego están esas manos, joder, lo que añoro esas manos que me han tocado solo dos minutos pero lo hacían con una fuerza y una seguridad, un 'sé lo que hago' que solo de pensarlo... me hace sonreír y sentir estos terribles escalofríos. Pero no, pienso, Anna, deja de pensar en estas gilipolleces, está a diez horas en coche y de fiesta, idiota, eso es lo que eres Anna, una idiota. '¿Sigues queriendo comida china?' Oh, claro, ahora voy a Barcelona a por ella, pienso riéndome.

jueves, 21 de mayo de 2015

Día 8.3: Creía que tú no conocías el no poder.

-¿Sí? -digo contestando mi teléfono que no para de sonar-.
-Podrías empezar a mirar la pantalla antes de contestar, ¿no crees? -dijo Pablo al otro lado del teléfono bromeando-.
-Pablo, ¿qué quieres?
-Vaya, que cortante. Iré al grano: ¿has hablado con tu hermana?
-No.
-La he visto hace un rato, al poco de dejar de hablar contigo, y, bueno, no tenía buena cara.
-Ah.
-Parecía muy pálida y tenía la mirada muy ida. Además, iba sola.
-Ya.
-Anna, ¿me estás escuchando?
-Que sí, Pablo, que mi hermana esta jodida pero que mi madre también. ¿Qué coño quieres que haga? -dije enfadada-.
-Anna, ¿qué te pasa?
-Nada.
-Es el nada menos creíble de la historia.
-Nadie te ha dicho que tengas que creértelo.
-Anna, joder, dime que coño pasa.
-Intentaré localizar a mi hermana y ver cómo esta. Aquí superwoman al rescate para todo el mundo -dije irónicamente-. Aun no entiendo por qué no me han llamado para erradicar la pobreza o la corrupción, vaya.
-Anna, te lo repetiré por última puta vez, ¿qué te pasa? -dijo enfadado él también-.
-Pablo, ¿qué coño haces llamándome o diciéndome si voy o no voy a ir a Barcelona? Nos conocemos de dos días, y ni nos conocemos porque fueron eso, dos días.
-No me estás contestando.
-Ni tú. Ni tampoco me dices ni un '¿cómo estás, Anna?'. Simplemente me llamas y pretendes que me divida en dos y solucione todos los problemas pero, joder Pablo, no puedo -dije sabiendo que empezaba a llorar-, es que no puedo.
-Creía que tú no conocías eso, el no poder.
-Y yo creía que la mierda se acabaría algún día.
-No quiero oírte así, no me gusta oírte así.
-Si quieres llámame en otro momento, o no me llames nunca más.
-He dicho que no me gusta oírte así no que no me guste oírte.
-Vete a arreglarte y a disfrutar la noche, anda.
-Como si pudiese disfrutar la noche sabiendo que estás como estás.
-Lo hacías antes y lo harás ahora -dije y se hizo el silencio-. Voy a colgarte.
-Anna... -dijo y parecía que no sabía ni qué decir-.
-Adiós -y colgué-.

Supongo que era absurdo. Todo parecía absurdo en estos momentos. Hasta vivir lo parecía. Mi madre no podía luchar más y yo lo sabía, hasta mi padre lo sabía. No, joder, no quiero perderla, no quiero que me falte, no quiero que se vaya y me deje aquí, perdida. Bueno, más perdida aun. 
Soy idiota, he dejado a mi padre tirado en la clínica y seguro que está preocupado. Ya tiene bastante con lo que estará sufriendo él y voy yo y le añado más problemas. ¿Puedo ser más egoísta en estos momentos? Al final si me voy a parecer en algo a mi hermana. Mierda, mi hermana. Mala cara... ¿estará bien? Ni me ha contestado al whatsapp y mira que es raro que no me haya fundido el móvil con mil llamadas. Igual sí debería ir y traérmela conmigo pero... ir y alejarme de mi madre... ¿y si cuando vuelva ya no está? O, ¿y si llego y mi hermana no quiere venirse? Y lo mejor de todo es que estoy sola, sola para decidir sobre mi vida  y sobre la vida de los demás. Superwoman, pienso sonriendo, al final sí voy a serlo, sí. Ojalá estuviese aquí Christian, sin duda es lo que me haría verlo todo más claro. Él siempre... mi pilar, el que me sujeta, el que no deja que caiga y si caigo... "vamos, arriba", porque él es así, capaz de hacerte sonreír hasta cuando no quieres ni levantarte de la cama, capaz de no fallarte ni cuando está malo, capaz de ser jodidamente adorable, cuando quiere. Pero, ahora, está en Cádiz. 
No quiero volver a casa y que mi padre me vea así y, encima, verle yo... sonriente intentando consolarme. Vamos, es su mujer, por la que lleva luchando toda una vida desde que yo era pequeña y, encima de que ha tenido que luchar por ella y por darnos todo lo bueno que ha podido, ¿tiene que consolarme ante algo que sé que a él también está rompiendo?
Me dirijo al parque donde iba siempre hasta que corté con Toni y, al llegar, recuerdo por qué dejé de ir. Ahí estaba él y su novia nueva, Keila. No tengo nada contra ella, ella verá si quiere perder el tiempo con alguien como él pero supongo que ella lo tenía más fácil para pasar el gran test de sus amigos, los mismos que hicieron que pasase toda la mierda que tuve que pasar aunque no les culpo, al fin y al cabo, Toni fue el que decidió. Recuerdo que conocí a Keila cuando aun estaba con Toni, me pareció una chica tan guapa... Sin embargo su personalidad tan descarada hacía que, para mi, perdiese un poco esa belleza. No me gustan las personas tan exageradas. No dejo de mirarles, ahí están dándose el lote como si no fuesen a tener un mañana, quizás yo debería haberlo hecho también porque me faltaron mañanas juntos. Mierda, me han pillado mirándoles. Obviamente he intentado disimularlo pero me meto en mi mundo y ni me doy cuenta de que estorbo en el de otros. Sigo pensando en ese nosotros que fuimos y, parece que fue ayer cuando dejamos de serlo. Nuestra historia no fue la típica de chico conoce a chica, chica conoce a chico y se enamoran. No, en mi vida las cosas fáciles no existen. De echo, fue de lo más curioso como nos conocimos. Llevábamos en la misma clase toda la vida pero, en tercero de la ESO es cuando, por primera vez, nos presentamos, o algo así. Jamás olvidaré como fue.
Recuerdo que íbamos a grupos distintos de amigos y, en un patio, alguien de su grupo le dijo a Sonia que era un "bicho". Eso me enfureció y me giré cabreada, me acerqué al grupo y dije un simple: ¿quién ha dicho eso? Y ahí estaba el chulo de turno, Toni, que soltó haciéndose el guay con sus amigos un 'yo' claro y contundente, hasta de echó hacia delante, a lo mejor se pensaba que así me impondría y me callaría pero no. 'Pues ese bicho de ahí te da mil vueltas, capullo. Estoy convencida de que vale muchísimo más de lo que vales tu y tu panda de animadores que seguro que corean tus insultos a gente que ni conoces. Rey, eso dice mucho de ti y créeme, nada bueno. Si te dignases a dedicarle cinco miseros minutos te arrepentirías, estoy segura. Ah -dije haciendo una pausa para que me dijese su nombre, Toni me dijo-, Toni, yo no necesito que me aplaudan. Por cierto, vuelve a decirle algo a esta joya y te corto las pelotas.' dije yo. Nadie se mete con alguien que quiero pero él no iba a permitir que alguien como yo le dejase mal y al día siguiente me buscó, me preguntó mi nombre y me dijo: 

-Hagamos un trato Anne...
-Es Anna.
-Anna, perdón. Te invito a tomar algo esta tarde. Si tu me demuestras que alguien como tú o tu amiga vale la pena...
-Te disculpas con el micrófono del instituto.
-Vale. Y si no dirás con el micrófono del instituto que estás enamorada de mi y que te pone Rafael, el profe de religión.
-Me expulsarán.
-¿Tienes miedo?

Menudo idiota. Obviamente, se disculpó él y nosotros acabamos juntos.
La vibración de mi móvil me saca de mi mundo de recuerdos. Es mi padre pidiéndome que vaya, que es tarde. Tendré que volver, tampoco tengo donde ir sino.
Christian, estés donde estés, vuelve.

martes, 19 de mayo de 2015

Día 8.2: Visita.

Creo que hacía demasiado tiempo que no estábamos mi padre y yo así. En los últimos meses habíamos discutido más de la cuenta porque él siempre justificaba a mi hermana y yo me enfadaba con él. Siempre me preguntaba cómo era capaz de justificar su egoísmo y cómo eramos tan distintas ella y yo. Nos pasamos la mañana esperando a ver si picaba algún pez y mi padre justificándose diciendo que "a lo mejor no quedaban peces". "Exacto, papá, ya se los han llevado todos" le decía yo constantemente entre risas. 
Estaba realmente feliz y orgullosa de este señor que me había criado y educado toda la vida aunque a veces discutiésemos y su relación con mi madre siempre me había parecido la muestra más clara y sincera de amor verdadero. Los miraba a ellos y ansiaba una historia como la suya. Cada mañana, estuviésemos bien, mal o peor, mi padre se levantaba sonriente y le preparaba el desayuno a mi madre dejándole una pequeña nota de buenos días, cada día ponía algo distinto, desde "para el amor de mi vida" hasta un curioso "come y calla, pesada" pero siempre, siempre se lo dejaba. Mi madre, aunque mi padre no lo supiese, se los guardaba absolutamente todos. Ni os imaginaríais la de cajas que tiene llenas de pequeños papeles a los que mi madre les añadía la fecha. Siempre soñé con un amor así pero lo más parecido al amor que conocí fue Toni.
Ay, si, Toni. Él fue, sin duda, mi mayor amor. Un año de relación, mil mentiras, muchos te quiero que no sentía y un par de infidelidades. Sí, mi mayor amor. Mi mayor mentira más bien pero le quise, joder si le quise. Le quise más que a mí y él lo sabía.

-Anna, creo que ya se está haciendo tarde -dijo mi padre interrumpiendo mis pensamientos-. Es buena hora para ir a ver a mamá, ¿no crees? -miré el reloj, cinco y media, sí, buena hora-.
-Sí, papá, me muero por verla.

Asique nada, condujo otra hora de vuelta aunque esta vez ya no canturreaba las canciones de la radio, se limitaba, simplemente, a posar su mano en mi pierna. Yo, en el fondo, sabía que las cosas no iban bien con mi madre. Lo sabía porque ella llevaba mucho tiempo sin tener fuerzas para luchar, demasiado, y solo luchaba porque no le quedaba otra. Había llegado a sentirme mal por querer mantenerla pero, joder, si se diese cuenta de la falta que nos hace, de lo mucho que la queremos y valoramos por seguir ahí, de que sabemos que es una mujer... genial. Ojalá se diese cuenta de que vale la pena vivir porque ella vale la pena, ni más ni menos.
Al llegar a la clínica mi padre se limitó a decir "te quiero mucho, Anna, tenlo en cuenta, ¿vale?" Y entonces supe que no sería nada fácil lo que iba a ver. Entré en la sala y allí estaba mi madre, se había cortado el pelo, tenía la mirada muy perdida y nuevas heridas que delataban que su lucha simplemente dejaría de existir.

-Mamá... -suspiré- ¿cómo estás, mamá? -dije mirándola a los ojos sabiendo que ella ya no veía lo mismo que yo-.
-Estoy bien, Anna, ya no queda nada, ¿sabes? -dijo y se me rompió el alma-.
-No, mamá, no digas eso. Te queda mucho por luchar y por vivir -dije sabiendo que mis ojos se empezaban a empapar-.
-Los días están más que contados cariño.
-No, no digas eso, por favor, para.
-Tú sabes que te quiero, ¿verdad? Eres lo mejor de mi vida, cariño. Sé que todo te irá genial.
-Mamá, por favor, no tienes que despedirte, tienes que decirme que vas a seguir aquí, conmigo.
-Eres una luchadora -dijo y me eché a llorar- y no sabes lo orgullosa que estoy de ti.
-¡¡Mamá, basta!! -dije chillando sabiendo que no se podía pero que yo tampoco podía más-.

Me levanté y me fui de la clínica porque no soportaba escuchar como mi madre se despedía de mi. Mi padre desde la puerta me siguió y me dijo constantes: "Anna, para" pero un "ahora no. Joder, ahora no" mío le bastó para saber que debía dejarme un rato a solas. 
Le envié un whatsapp a Carla que decía: "mamá se está despidiendo".
Corrí y corrí intentando que con esa carrera consiguiese borrar toda la mierda que llevaba encima y, para colmo, no podía sentirme más sola que en ese momento. Pero entonces...

lunes, 18 de mayo de 2015

Día 8.1.: Disfrutando de él.

-Anna, cariño, levántate corre -dice mi padre mientras me balancea para que me despierte. Miro el móvil, cinco y media de la madrugada-.
-Papá, ¿qué quieres a estas horas? Déjame dormir -digo mientras me echo la sábana encima-.
-Va dormilona, corre, voy a vestirme y tú haz lo mismo.

Pero, ¿qué motivo tiene que ser tan importante para interrumpir mi sueño? Me levanto con calma y busco algo de ropa para ponerme. Ni siquiera sé para dónde es la ropa, seguro que luego fallo y mi padre me dice algo. Lo veo pasar corriendo con la toalla liado y mientras dice va, va, va. Si piensa que va a estresarme va listo, pienso. Miro mi armario a ver qué es lo que me convence y veo un vaquero largo fino y una camiseta que me compré hace unos días y aún está sin estrenar. Me lo pongo y busco mis zapatillas negras. Mi padre está en la puerta de mi habitación mirándome mal pero aun me tengo que peinar. "Papá, relájate" le digo pero nada, sigue mirándome mal. Pero vamos, ni sé dónde vamos, ¿quién tiene que mirar mal a quién? Acabo de peinarme, bueno, peinarme, me arreglo un poco el pelo y ya.

-Vale papá, ¿dónde vamos?

Ni me contestó, me agarró del brazo y me llevó hasta el coche. Una hora conduciendo y sin decir ni mu. Se le ve muy contento mientras canturrea las canciones que ponen en la radio y se inventa un inglés de pueblo y con acento, no puede estar más gracioso. Me alegra verle así, tan alegre, tan vivo, tan... tan él. Sin duda siempre había sido un hombre que no se derrumbaba fácilmente y, en parte, supongo que yo lo había heredado de él. Llegamos a un pequeño lago y bajamos del coche. Mi padre abrió el maletero.

-¿Me ayudas? -dijo mi padre señalando las bolsas que habían dentro de él-.
-¿Y esto? -dije sorprendida-.
-¿Cuánto hace que no salíamos tú y yo de pesca?
-Años.
-Pues va -dijo cogiendo las bolsas y mientras yo le ayudaba. Nos instalamos en la orilla del lago y empezamos a colocar las cañas-. Echaba de menos esto. Bueno, ¿piensas decirme que ha pasado con tu hermana o no?
-¿Que qué ha pasado? Nada, papá.
-Vamos, Anna, ¿crees que no te conozco?
-Papá...
-Suéltalo.
-El segundo día salimos y, bueno, digamos que discutimos y me echaron del chalet.
-Anna, estuviste más días, ¿te fuiste a un hotel? -preguntó nervioso-.
-No exactamente. El primer día conocimos a un chico, Pablo, me fui a su casa hasta que me tuve que volver.
-¿Cómo?
-Sí, papá, pero tranquilo que es un amigo. Bueno, era, creo. En fin, que no pasa nada porque no pasó nada, se portó muy bien conmigo y fue muy amable y atento y... -dije con una sonrisa de idiota en mi cara-. Pues eso, que fue muy bueno.
-¿Te gusta?
-Está a diez horas de aquí en coche.
-No me has respondido.
-Y es muy creído-nos quedamos unos minutos en silencio-.
-Anna, mereces ser feliz, lo sabes, ¿no?
-Claro, papá.
-Pero muy feliz -insistió-. Anna, creo que mamá ya no puede luchar más y es curioso que tú siempre estés aquí. Nunca nos fallas, ni a tu madre ni a mí, cariño, y a veces pienso que simplemente por estar aquí te estás perdiendo tu vida. Tu época de emborracharte y volver a casa casi muerta. De fumarte unos porros con los amigos e irte de fiesta semanas enteras. Por eso no quería que volvieras de Barcelona, porque era tu momento.
-Siempre hay tiempo papá.
-¿Y Christian?
-¿Qué pasa con él?
-No te haces una idea de las veces que me ha preguntado por ti, por si sabía si estabas bien, si estabas comiendo, si te cuidabas...  -me miró fijamente, esperando que yo le dijese algo-.
-Sabes que yo no lo veo como nada más, papá.
-A veces hay que aprender a valorar lo que tienes, cariño.

Y me abrazó por la espalda mientras esperábamos a que picase algún pez. Él no se hacía una idea de lo mucho que yo le había dado vueltas a eso, a valorar lo que tenía. Echaba mucho de menos esto, estar con mi padre, charlar con él y sentir que, por unos minutos, estaba ahí. Me sorprendía que me dijese que debía ser feliz, que lo merecía, porque él nunca se adentraba tanto, emocionalmente, cuando hablaba conmigo e intentaba por todos los medios desviar un poco la conversación cuando se ponían las cosas sensibles pero esa vez no y yo sabía que, en parte, tenía miedo de que mamá muriese y yo me dedicase tanto a ellos que me sintiese perdida. Yo también lo había pensado en muchas ocasiones pero supongo que ya me sentía perdida entonces. Suena el móvil y miro a mi padre. Miro la pantalla y es un whatsapp de Pablo:
"No es más feliz el que más tiene si no el que menos necesita. Llámame cuando puedas."

¿Qué querrá decir? Miro a mi padre que sé que acaba de leer el mensaje y me hace una señal con la cabeza para que le llame.

-¿Pablo? -digo cuando escucho como descuelgan-.
-Anna, me alegra oír tu voz.
-¿Qué quieres decirme con eso?
-Que aprendas a valorar lo que tienes y no te quejes por lo que no tienes, quejica.
-Idiota. Dos frases y ya quiero matarte -dije haciéndome la ofendida-.
-¿A besos? 
-Estoy con mi padre, de pesca, aprovechando el día -dije haciéndole entender que no fuese por ahí su conversación-.
-Oh, planazo, yo estoy pensando en que ponerme esta noche. Me voy de fiesta. ¿Qué me recomiendas, calzoncillos rojos o verdes?
-¿Qué dices? -digo sabiendo que me estoy poniendo roja y mi padre me mira atento-
-Oye, ¿cómo va todo? Estoy deseando que vuelvas -añadió cambiando de tema-.
-Bueno, todo bien, esta noche te hablo y charlamos un rato.
-Pequeña, me voy de fiesta, recuerdalo -aha, dije mientras asentía como si pudiese verme-. ¿Vas a volver a Barcelona?
-No, ¿para qué?
-Para estar conmigo y ayudarme con los colores y la comida china.
-¿Vas a venir tú acaso a Badajoz?
-¿Allí? ¿A qué?
-A verme -dije segura de mi misma-.
-Tendrás que convencerme -dijo juguetón-.
-Verde -contesté-, el verde me gusta más. Ten en cuenta que con el verde ya puedes acelerar y avanzar. ¿Tengo que darte clases de conducir o qué? 
-Me gustaría ver como avanzamos juntos -añadió pícaro-. Y aceleramos. Oh, sí, me encantaría conducir la carretera de tus curvas a toda velocidad.
-Ten cuidado porque hay carreteras peligrosas.
-Me pondré el cinturón y me dejaré llevar.
-Y recuerda hidratarte, los viajes tan largos en verano...
-Anna... -dijo y yo sabía que se estaba mordiendo el labio como la vez que me vió con ese vestido negro que yo sabía que me quería quitar-. Tengo que verte y besarte hasta quedar harto.
-Vale, perfecto, cuando quieras. Ten cuidado, te dejo que estoy con mi padre. Un beso. Donde quieras -añadí susurrando-.
-Cuando quieras, pequeña -y colgamos-.

-¿Tiene pensado venirse unos días? -dijo mi padre sin entender la conversación-.
-Se lo quiere pensar. Dice que si no voy yo igual se pasa pero no creo, es un poco loco y dice que si pero, en realidad, no.
-Si viene que se quede en casa -dijo y le mire sorprendida- atado en el sofá, claro. O lo ponemos con los perros en el patio. Sí, así mejor -dijo mientras me abrazaba fuerte y nos echábamos a reír-. Esta tarde, a la vuelta, vamos a ver a mamá. Ayer me llamaron por la tarde y quiere vernos. ¿Te apetece?
-¿Qué si me apetece? ¡Vamos, ya! -dije emocionada-.
-No, aun no, ahora disfrutemos de esto.

sábado, 16 de mayo de 2015

Día 7: ¿A quién tengo?

Christian ya se ha ido, las chicas siguen en Barcelona, mi padre no para de trabajar e ir a la clínica a saber cómo está mi madre y mi madre sigue sin querer ver a nadie. ¿Y yo? Yo sigo aquí, en casa el mayor tiempo y sola. Mirando el móvil constantemente por si alguien se acuerda de mi. Pablo no ha dado señales de vida, supongo que ya no sabrá ni quien soy. Anoche le envié un whatsapp que decía: "ya no me queda nada" pero se quedó sin respuesta. No sé que es lo que espero de él, sinceramente es un desconocido y... bueno, no va a estar. 
Me he pasado la mañana limpiando, mi padre es un pequeño desastre de la limpieza, parece que limpia pero en realidad no acaba de estar limpio aunque agradezco que lo intente. Me he preparado un gazpacho fresco para comer y he dejado un poco para que mi padre se lo tome cuando venga, seguro que no le apetece cocinar. A veces no sé cómo aguanta todo el día trabajando. Sale a las seis de la mañana de casa y vuelve, con suerte, a las diez de la noche. Dieciséis horas trabajando, y eso con suerte. Supongo que, en parte, le hace falta desconectar de toda la mierda. Estoy tan agradecida de tener un padre como el que tengo... Los fines de semana con él, sin duda, son los mejores. La última escapada que nos hicimos fue a un camping que tiene un lago cerca en un pequeño pueblo cercano. Fuimos a pescar, paseamos y hablamos. Con él siento que puedo hablar de todo pero la falta de tiempo no me permite mucho.
Me suena el móvil y veo que es Christian.

-¿Si? -digo respondiendo-.
-Buenos días, le llamaba de Jazztel por un recibo pendiente que tenemos a nombre de Anna López, ¿es usted?
-Sí, soy yo -digo siguiéndole el royo-.
-El recibo es del mes de Mayo.
-Pues que curioso porque nos cambiamos de compañía telefónica en Marzo, al acabar el contrato con su compañía.
-Emm -dijo nervioso- No me consta ese cambio de compañía, señorita López.
-Christian, ¿vas a seguir mucho tiempo con esto? Lo digo porque tengo tu número guardado y deberías haberlo puesto oculto y eso...
-Podrías haberme cortado antes, ¿sabes? -dijo haciéndose el ofendido-. ¿Qué tal estás?
-Ahora te acuerdas más de mi que cuando estaba en Barcelona que ni me llamabas.
-Ahora me necesitas y tiendo a estar ahí. No me has contestado, no te hagas la loca.
-Se me cae la casa encima, Christian, no te lo voy a negar.  No llevo ni dos días aquí y este es mi pueblo, aquí llevo toda la vida y, a veces, siento que si no estuviese aquí podría tener la misma vida en cualquier parte, ¿sabes?
-¿Y yo qué? -suspiré- ¿No me echarías de menos? 
-Vamos, Christian, claro que te echaría de menos pero... tengo veinte años. Veinte años aquí y me echarían de menos cuatro personas y si eso.
-Anna, ojalá algún día llegues a entender que no es cuestión de cantidad si no de calidad. A veces es mejor que alguien te quiera de verdad a que veinte mil te quieras con peros.
-Christian, ¿por qué sigues a mi lado después de lo que pasó cuando te declaraste? -pregunté con miedo-.
-¿Qué pasó? Me dijiste que tú no sentías lo mismo, que no me veías de la misma forma y que sentías hacerme daño, no pasa nada -dijo entre risas-.
-Nadie debería rechazar a alguien como tú.
-¿Y a ti si? ¡Si eres perfecta! Eres atenta, divertida, alegre, luchadora, tienes unos ojos en los que adentrarse y perderse y tienes los detalles más tiernos del mundo. Y, aunque no estás 24 horas encima de una persona haces que la persona sepa que estás siempre ahí, para lo bueno pero, sobretodo, para lo malo -nos quedamos los dos en silencio un tiempo-. Enana, me llaman, nos vamos a tomar unas cervezas. Te quiero mucho, no lo olvides -y colgamos-.

Muchas veces pensé en lo fácil que sería si yo sintiese algo por él. Siempre tan atento conmigo, hacía las cosas tan sencillas que todo era un poquito mejor. La de veces que estuvo cuando ni yo quería estar... ¿Por qué no podía quererle como él me quería a mí? Me senté en el sofá y me puse una película que me habían recomendado hace mucho, mucho tiempo, "Divergente", cogí palomitas con chocolate y estuve viéndola.
Cuando acabó, preciosa, por cierto, me fui a la cama. Ya llegará mi padre.

miércoles, 13 de mayo de 2015

Día 6.2: ¿Podrás?

No me había imaginado que sería capaz de hacerme sonreír así, hasta en la distancia. Sabía que tenía que borrarle porque jamás volvería a verle y tampoco tenía argumentos para convencerlo de que yo valía lo suficiente para que dejase de salir y ligar. 
Aunque odie a las chicas por haberme hecho lo que me han hecho, las echaba de menos. En estos momentos añoraba a alguien con quien poder salir y desconectar, necesitaba salir. Llamé a Christian y quedamos en la plaza en una hora, él nunca me fallaba, aunque estuviese a punto de irse a Cádiz.

-Hola, enana -dijo sonriente al verme-.
-Christian, gracias por venir.
-Anna, ¿qué haces a estas horas por aquí? -vaya, ni me había dado cuenta de que eran las tres y media y ni había comido-. ¿Has comido ya?
-Bueno, se me ha ido un poco el tiempo y...
-Y no has comido. Vamos al bar de Quique así comes algo -y nos pusimos en camino. Al llegar saludó a Quique, la verdad es que el siempre se había hecho con la gente del pueblo y yo... no tanto-. Quique, ponle un bocata a Anna -y el 'marchando' acabó la conversación-. Él siempre es muy bueno, eh.
-Sí, supongo.
-La señorita antisocial, no cambias eh.
-¿Debería cambiar?
-Mmm... -se echó a reír- no, no deberías.
-Mi madre no ha querido que entrase, Christian.
-Vaya...-suspiró- Anna, ¿crees que podrá luchar algún día?
-Creo que cualquier día dejare de tenerla, por eso intento estar el máximo tiempo posible con ella.
-¿Y tú? ¿Crees que podrás luchar siempre por todos?
-A veces siento que cada lucha que gano por los demás es una que pierdo por mi pero, ya sabes, yo soy así.
-Te quiero tanto.
-Christian...
-No, no espero un yo también, tranquila -dijo sonriente- pero eso no hace que te quiera menos. No puedes ser tan grande y pretender que no te quiera -nos quedamos unos segundos en silencio, sin saber qué decir-. ¿Sabes qué? Estoy pensando en alquilarme un piso después del verano. Tengo ganas de vivir solo ya y como me han hecho fijo... es buen momento.
-¿Te han hecho fijo y te mudas? Pero, ¿dónde he estado yo mientras pasaba esto?
-Tranquila, tranquila -dijo riéndose- me lo comunicaron hace unos días mientras estaba en Barcelona y he estado mirando casitas.
-¿Qué buscas?
-He visto un campo que está bastante bien, económicamente. Hay que meterse mucho en él, está bastante viejo y hecho polvo pero, bueno, la estructura está muy fuerte. Además, renovaron hace poco los baños, que tiende a ser lo más caro. Está a las afueras de aquí, iré a verlo cuando vuelva de Cádiz, espero que me acompañes, eh.
-Te voy a echar de menos. Ahora solo te tengo a ti.
-¿Tengo que repetirte mi número o qué?
-No es lo mismo.
-Vuelvo en quince días y si no, puedes venirte.
-Nah, no quiero verte en bañador, pierdes mucho -dije bromeando-.
-Qué va, ahora tengo hasta tabletita.
-Cómo si fuese eso lo más bonito que tienes.

sábado, 2 de mayo de 2015

Día 6.1: Te quiero mamá.

Abro los ojos lentamente mientras el sol que entra por mi ventana me ciega. Badajoz en estas fechas es infernal. Esta calor es capaz de cocinarte. Son las once y media, buena hora para haber descansado lo suficiente. Cuando consigo abrir los ojos del todo cojo el móvil. Veo varias llamadas de Pablo y otras tantas de Laura y Carla. ¿Qué querrán ahora? Abro whatsapp y empiezo a leer un mensaje de Christian. Christian era mi mejor amigo pero con el cambio de clases nos distanciamos un poco. Aunque no nos veíamos tanto siempre intentábamos saber el uno del otro.

-Christian: Guapísima, ¿cómo va todo?

Lo ignoro por un momento para seguir leyendo los mensajes que tengo. Veo mensajes de Carla preguntando insistentemente por el estado de mi madre. Le respondo:

"Mamá está bien, ya sabes como funciona esto. Espero que estés disfrutando mucho Barcelona habiendo hecho lo que has hecho y siguiendo ahí a pesar de estar mamá como está. En fin, sigue en tu linea pero no podré cubrirte eternamente. Adiós."

Pienso que es un mensaje bastante cruel pero al instante dejo de pensarlo porque los recuerdos de mi padre agobiado con mil trabajos y mi madre mal y ella, tranquilamente, de fiesta me ponen enferma. Recuerdo la última caída de mi madre. Estábamos todas las chicas en la casa rural del pueblo, bueno, las afueras. Cuando me aviso mi padre no dude ni un segundo en volver a casa e ir a verla. Carla no, ella siempre fue más egoísta y se quedo en la casita rural, tooooodo el santo fin de semana. Se la veía preocupada. 
Miro la conversación de Pablo. Ha leído mi mensaje pero no me ha contestado. Qué raro. Me dispongo a llamarle, a ver cómo está. La primera vez salta el contestador. La segunda vez, al tercer tono, contesta al teléfono.

-Ho... hola -se escucha con la voz ronca de recién despierto-.
-Hola Pablo, soy Anna, ¿me recuerdas?
-Oh, sí, Anna. Dime, dime.
-Em... no, no quería decirte nada en particular es que como no contentaste mi mensaje pues... No sé, da igual.
-Estuve liado anoche.
-¿Mucho trabajo? -al segundo me dí cuenta de que no fue trabajo, precisamente. Cuando acabé la pregunta se escucho la voz de una chica, medio dormida. Dijo algo así como: ¿te has puesto el despertador para traerme el desayuno a la cama?-. Vaya, veo que no.
-Anna...
-Bueno, Pablo, da igual. Ya sé, el ligón. No sé qué hago llamándote a estas horas sabiendo que estarás acompañado. En fin, no sé que hago llamando e intentando hablar con alguien que desaparecerá de mi vida en cinco segundos. Bueno, adiós. Pasa un gran día -y colgué-.

En parte, estaba furiosa porque creía que yo era especial y no era una niñata más para su colección pero no era un enfado con él si no conmigo mismo por dejarme liar por un ligón del tres al cuarto. En fin, tenía cosas mucho más importantes en las que pensar. Salgo al salón y no hay nadie y me decido por bajar al patio por si está allí mi padre.

-¡¡Papá!! -digo asomándome al patio-.
-Sí, cariño -escucho a lo lejos mientras bajo las escaleras y empiezo a verlo-.
-Hola, papi. ¿Qué haces?
-Estoy esperando a Christian. Va a venir a por algunas cosas que necesita. Se va de camping y voy a prestarle algunas cosas. Además, quería verte -me dice guiñándome el ojo. Mi padre sabía que Christian estaba loquito por mí pero que yo nunca le había dado pie. Yo también lo sabía, él me lo confesó-. ¿Le has echado de menos?
-Bueno, papá, en parte sí. Hace mucho que no lo veo y... él siempre ha sido muy bueno conmigo.
-Pero... en Barcelona no lo has echado de menos, eh.
-¿Cómo sabes que fuimos a Barcelona? -dije asombrada-.
-La próxima vez intenta ser más discreta, te dejaste en el ordenador la reserva de la casa abierta.
-Dios, que torpe soy.
-¿Has conocido a alguien allí?
-Nah, papá. Los chicos de allí... están muy lejos.
-No me has dicho que no valiesen la pena -me dijo sonriente-.
-Mira, papá, ya viene Christian -dije cambiándole de tema-.

Aproveché para irme a mi cuarto a vestirme mientras ellos hablaban de sus cosas. Conocía a Christian desde que eramos pequeños, cuando me confesó que me veía como algo más... no podía ni creerlo. Él siempre había estado ahí, ha vivido todo conmigo. 

-Hola, Anna -escuché y me gire sorprendida. Ahí estaba Christian-.
-Dios, qué susto. Pero Christian... estás guapísimo -vaya, ahí estaba yo con unos shorts y una camiseta vieja, un moño en el pelo y sin maquillar y él... se había hecho un nuevo corte de pelo que resaltaba muchísimo más sus ojos, esos ojos que serían la perdición de cualquiera. La verdad es que siempre me gustaron sus ojos, son muy puros, ese azul claro...- Me has dejado sin palabras, idiota.
-Me alegro mucho de verte, Anna.
-Y yo, de verás. ¿No vas a abrazarme, por los viejos tiempos? -y ni se lo pensó-.
-¿Cómo va todo, enana? -dijo a centímetros de mi odio-.
-Todo bien, ya sabes.
-¿Y las chicas?
-Toma asiento, hay mucho que contar.

Le conté todo lo que había pasado, a él no podía mentirle. Se quedo totalmente sorprendido por lo de Pablo, sin embargo no le sorprendida para nada lo de las chicas. Él siempre me advirtió de que no era un grupo para mí, que ellas tenían unas prioridades distintas a las mías. Pero ahora, aquí estaba, sola, sin ellas. El mundo se me echa encima y... ¿quién iba a sujetarme para que no cayese? Ja, nadie. Aunque mirándolo fríamente, ¿cuándo las tuve a ellas? Cuando más lloré, ellas no estuvieron y qué pena.
Me despido de Christian, por un tiempo, se va de camping a Cádiz, es el año de las vacaciones fuera de casa. Me pongo unas zapatillas y me dispongo a ir a ver a mi madre, de nuevo. Compro unos pastelitos de manzana, que le encantan, y voy a la clínica.

-Buenas, Sara, ¿cómo va todo? -digo nada más ver de nuevo a la recepcionista de allí-.
-Anna, ¿otra vez aquí? Verás, tu madre... bueno, siento decírtelo pero tu madre ha pedido que no entre nadie, no quiere ver a nadie.
-¿Ni a mi?
-Anna, a nadie.
-Hacía muchos años que no pedía esto.
-Sí, Anna. Lo siento.
-No pasa nada Sara, dale esto, por favor.

Salí de la clínica y no sabía exactamente qué hacer. Ahora sí me sentía sola, hasta rodeada de gente. Me fui a un parque un poco alejado de mi casa, dónde sabía que no vería a nadie. Me puse música en los cascos y me tumbe en un césped que había. Noto que vibra el móvil y contesto sin mirar quién es.

-¿Si? -digo contestando-.
-Anna... -escucho la voz de Pablo- He visto a tu hermana. Se la veía preocupada.
-Agradecería que antes me preguntases cómo estoy.
-¿Cómo estás?
-Bien, ¿y tú?
-Anna, te echo de menos.
-¿Entre las piernas de otra? -me eché a reír-.
-Sabes cómo soy, ¿qué querías?
-No lo sé, Pablo, ojalá lo supiese.
-Pero tú... Tú te has clavado en mí.
-Una parte de mí esperaba que te despidieses, ¿sabes?
-Soy un desastre, Anna.
-No lo dudo.
-Me debes un día, quedamos en que te irías después.
-Oh, perdoneme usted por irme cuando me dio la gana y porque me dio la gana.
-Te perdono, te perdono -dijo riéndose-. Recuperaré ese día con intereses.
-Por supuesto, mañana mismo voy y te cobras.
-Anna... eres tan genial.
-Dime algo que no sepa.
-Oh, mierda, se te ha pegado algo de mi, el ser tan creída. Esperaba que se te pegasen mis manos no eso -dijo pícaro-.
-¡Cállate!
-Cállame.
-¿Quieres que te cuelgue?
-No era mi idea de callar -suspiró-. En fin, te dejo, mi jefe me mira mal por pasarme de mi descanso. Luego hablamos.
-No me eches mucho de menos.
-Lo mismo digo, pequeña.

viernes, 1 de mayo de 2015

Día 5: De vuelta a casa.

Me levanté temprano, varias horas antes. Baje a comprar algo en la panadería de la esquina. Dejé algo de dulce encima de la mesa y el café recién hecho. Puse la nota al lado, cogí las maletas y me fui. Sabía que no podría despedirme de él porque me dolería decirle adiós a alguien que me había hecho feliz, en poco tiempo. Me puse los cascos, cogí un taxi y, mirando por la ventanilla, sabía que echaría de menos esto. Al montarme al tren, una parte de mi, esperaba que apareciese Pablo para decirme lo mucho que me echaría de menos pero, vamos, nos conocemos de dos días. Creo que voy a dormir un poco, el trayecto es bastante largo.

Abro los ojos, aun quedan un par de horas de viaje. Miro el móvil. 32 mensajes de dos conversaciones. Después de ver varios: ¿cómo estás? de parte de mi padre veo una conversación de un número desconocido. Abro la conversación y empiezo a leer.

"Anna. Joder, Anna. Me he dormido." 
"Anna, soy Pablo, por favor, contéstame."
"¡¡AAAAAANNAAAAAA!! Dime al menos que sigues viva"

Entre otros mensajes similares.

-"¿No piensas dejar de acosarme ni yéndome?" -le escribí-.
-"Joder, Anna. ¿Por qué te has ido?"
-"Ya sabes el motivo."
-"Gracias, por todo. Eres... tan... distinta."
-"Mañana ya ni te acordarás de mí" -le dije riéndome-.
-"No me olvidaré de ti nunca. ¿Estás ya allí?"
-"Hora y cuarenta y siete minutos, qué ganas de llegar, tengo el culo plano"
-"Yo tengo un remedio infalible para eso ;)"
-"Ya, seguro. Te dejo, que la batería..." 

Y apagué el móvil para que me aguantase. Me recogió mi padre en la estación y me preguntó por dónde estábamos, que qué hacíamos allí... Tonterías si supiese todo lo que pasó. Me preguntó por mi hermana, vamos, ni sabía que contestarle. "Todo bien, papá" me limité a decirle. Llegué a casa, a eso de las siete de la tarde y, aun sabiendo lo cansada que estaba, aun sabiendo que a las nueve acaban las visitas en la clínica, tenía que ir.

-Buenos días Sara, ¿cómo va mi madre? -le dije a la recepcionista que, claramente, ya era como una más de mi familia-.
-Anna, cuanto tiempo sin verte. Aunque ojalá y no nos hubiéramos visto, eh. Está bien, ya ha pasado el tiempo más... crítico. Ya sabes. ¿Quieres entrar y verla?
-Sí... -dije con miedo. Odiaba verla aquí, es como si ella... no fuese ella. Todas estas paredes blancas, la gente con la mirada perdida y medio drogada, ¿quién podría recuperarse aquí?-.

-Anna, cariño -escuché de fondo. Ahí estaba-.
-Mamá -dije y la abracé de inmediato-. ¿Cómo estás, mamá?
-Bien, Anna. Estoy bien. Creía que estabas de viaje. ¿Y tu hermana?
-Bueno, a mi no me gustó mucho el ambiente. Ella se ha quedado allí, esta disfrutando mucho, ¿sabes?
-¿Dónde fuisteis?
-Verás mamá, sabes que no puedo decir eso... pero bueno, Barcelona -dije susurrando- pero shhh eh.
-Oh, dios, qué bonito. Y qué lejos.
-Mamá... ¿qué ha pasado?
-Os echaba de menos, cariño -dijo con la mirada totalmente perdida-.
-Podrías habernos llamado, sabes que estemos donde estemos siempre podrás contar con nosotras, siempre.
-Ya he tenido suficiente... -hizo una pausa- vida.
-No, mamá. Tienes que conocer a mis novios y ponerlos firmes, tienes que hacer el traje de mi boda, ayudarme a criar a mis hijos y mimarlos. Eso papá no lo hará, el hará que sean unos machorros -dije riendo y ella hizo lo mismo-. ¿Quién me va a comprar el juego de sábanas si no eres tú?
-Pero, Anna, ¿a quién quieres engañar? Mírate, eres toda una mujer. Podrías con todo eso de más.
-Pero no quiero poder si tú no estarás para reñirme cuando lo haga mal, mamá.
-Te quiero, cariño.
-Y yo, mamá. Mucho. No lo olvides, por favor.

Se acabó la visita y me fui a casa. Me metí en la cama sin cenar, mientras mi padre me reñía por haber hecho eso y miré el móvil. Un mensaje de Carla de cómo esta mamá. Como si le importase algo saber como está. Abrí la conversación de Pablo, sabiendo que estaría trabajando:

"Buenas noches, cuando llegues. Ya estoy en casa, en la mía, en mi cama ya. No sé por qué sentía que debía avisarte de esto. En fin, descansa. Cuando leas esto estarás cansado del trabajo. Yo me voy a dormir. Un beso." -enviar.

Y me fui a dormir. Mañana más, pensé.

jueves, 30 de abril de 2015

Día 4.4: Un beso y un adiós.

Me acerqué a Pablo lentamente, apoye mis brazos en su pecho y él me agarró de la cintura. Me acercaba poco a poco a su cuerpo y yo buscaba ansiosa sus labios. Nos besamos, como si nos echásemos de menos aun sin habernos probado y nos fundimos sin pensar en nadie ni nada más. Nuestras manos se deslizaban continuamente bajando y subiendo de nuestras espaldas, acariciando su cuello y acercándolo más a mí, me hallaba yo. Parecía que todo era más fácil ahí en sus labios. Rápidamente me deslizó hacía el sofá y nos dejamos caer.
El sonido constante de mi teléfono hace que tengamos que separarnos y, mientras cojo el teléfono y miro los mensajes, parece que él ya está deseando volver a besarme y, para qué mentir, yo también.

"Esto pasa por no haberte vuelto a casa cuando tocaba. ¿Vas a ir a casa, no?" -recibo de mi hermana.
"Tu no te molestes en ir, eh" -le envío.
"Yo no puedo, tú sí" -me dice contestándome.
"No te preocupes, tu sigue divirtiéndote, como siempre" -le digo finalizando la conversación.

-Ya tengo el billete del AVE, Pablo, sale mañana a las diez. Es ya la una y media de la madrugada, debería irme ya a dormir.
-Te voy a echar de menos, Anna, mucho.
-Ya no volverás a verme.
-Espero que eso no sea así y el destino vuelva a acercarte a mí -me dijo con la mirada totalmente perdida y, sinceramente, yo también lo esperaba-.

A penas continuamos la conversación. Simplemente, nos miramos y sabíamos que estos días habían merecido la pena. Me subí a la bohardilla y busqué en los cajones un papel donde poder describir todo lo que tenía en mi cabeza: 

"Buenos días, Pablito. Curiosamente te conozco prácticamente desde que llegamos. Estos días han sido un maldito desastre en mi vida pero tú siempre has supuesto un gran apoyo. Te voy a echar de menos. Estoy muy contenta por haberte conocido, mucho, de verdad. No te olvidaré fácilmente, eh. Cuídate, quiérete (un poco menos, creído) y, si alguna vez volvemos a coincidir espero que sea en un restaurante chino. Gracias, sin más.
Con cariño, hacia alguien que me hace desconectar.
Pd.: Le cogí cariño a esta pulsera, me la regaló mi padre hace muchos años. No me olvides, anda.
Anna."


miércoles, 29 de abril de 2015

Día 4.3: Mil confesiones y un por qué.

Lo veo aparecer. Se le nota enfadado. ¿Qué le pasa?

-Hoooola guapetón -digo sonriendo-, gracias por venir a salvarme.
-Anna, vámonos -soltó serio y me agarró del brazo tirando de mi-.
-Pablo, ¿qué te pasa? -le dije soltándole la mano de mi brazo-.
-Anna, anda -dijo mandándome-.
-¡No, Pablo! ¿Qué coño pasa? -dije ya enfadada y agarrándole esta vez yo del brazo fuertemente-.
-Cuando estemos en mi casa hablamos.

Nos subimos al autobús completamente en silencio, ¿qué podría pasar? Ni siquiera nos miramos. Al llegar subimos al comedor y me senté en el sofá. Pablo no paraba quieto y empezó a desnudarse.

-¡Pablo, Pablo, Pablo! Para, ¿qué haces? -le dije cuando ya se bajaba los pantalones-.
-Anna, lo siento.
-Tranquilo, lo único que me molesta es que tus piernas sean más bonitas -le dije riendo y se echó a reír el también-.
-Y gracias por esto ahora. Me disculpo por lo de antes.

Miro el móvil mientras Pablo se va al baño. Supongo que algo habrá pasado y necesitará desconectar. Veo veinte llamadas de mi padre. ¿Tantas? Decido llamarle, estará preocupado por este viaje.

-Anna, Anna cariño -escucho al otro lado del teléfono-.
-Papá, te echo tanto de menos... -le escucho sollozando- ¿Qué ocurre?
-Anna, mamá a vuelto a caer -dice con miedo y yo me rompo un poco más-.
-¿Dónde está, papá?
-En la clínica.
-Iré mañana mismo -adiós, Barcelona-. Cogeré el primer tren.
-No hace falta, cariño, está bien, está bien cuidada... pero díselo a Carla, no he conseguido hacerme con ella. ¿Está ahí contigo?
-Sí, papa, aquí está.
-Pásamela, anda.
-Bueno, es que ha salido a por algo de cenar.
-Vale, Anna. Díselo entonces. Te dejo, ya es tarde. No vengas, disfrutad.
-Te quiero, papá. Y a mamá.
-Os quiero mis niñas.

Y colgué. Esta noche sería más dura aún. Le envié un mensaje a Carla.

"Carla, la mamá está en la clínica" -enviar.

Prepararé algo de cenar y me despediré de Pablo. Qué menos después de estos momentos y de haber estado ahí, conmigo. Le dejo una nota a Pablo:

"Bajo un momento a comprar una revista y subo. 
Llaves (x)
Dinero (x)
No alejarme (x)
Perfecto. Desconecta, Pablito." - y me echo a reír sola.

Bajo y compro arreglo para preparar una cena de picoteo. Unas gambas, un poco de sepia, un pequeño rissoto, un poco de morro... Al llegar de nuevo a su casa le digo que, por favor, baje que no he conseguido la revista que quería y si iba yo, me perdería. Así tenía tiempo de preparar la cena.
Aprovecho y me pongo guapa. Cojo un vestido negro de encaje precioso que me compre para una cenita buena aquí, me hago unos ligeros tirabuzones y, muy a mi pesar, cojo esos taconazos negros. Me hago la ralla del ojo y me pongo un poquito de brillo en los labios.

-Pero, Anna -dice nada más entrar por la puerta y verme- estás... increíble.
-Gracias -digo vergonzosa-.
-¿Qué es todo esto? -dice mientras se muerde el labio y no deja de mirarme-.
-Tenemos que hablar.
-Oh, no, por favor, no me dejes -dice poniéndose de rodillas, entre risas-.
-Idiota -digo sonriente-. ¿Cenamos?
-Perfecto -dice mientras nos sentamos- Hacía tiempo que no comía así, ni acompañado.
-Pablo, ¿qué ha pasado hoy? -digo sabiendo que tenemos muchas cosas de las que hablar-.
-Quién, más bien. María. María se llama. Cuatro años de relación.
-Y, ¿qué pasó? ¿Por qué se acabó?
-Me dijo que ya había cumplido todas sus metas conmigo, que sentía que no podría avanzar más y ella necesitaba más, al final se dio cuenta de que merecía más. Ese más también tenía nombre: Roberto, mi mejor amigo.
-Y, ¿qué ha pasado hoy para que... estuvieses así?
-Está embarazada. Me lo ha contado mi madre. Irónicamente aún mantienen contacto porque consiguió ganársela y yo quede como un hombre que no supo hacerla feliz. Esa es la historia de mi vida. ¿Cuál es la tuya?
-Yo no tengo una historia.
-Anna, va, suéltalo.
-Pablo, me voy a Badajoz.
-¿Qué?
-He hablado con mi padre. Verás, mi madre... mi madre está en una clínica psiquiátrica. No es la primera vez, ni será la última. Tiene depresión, muy aguda. Cuando yo era pequeña, unos ocho o nueve años, mi madre sufrió un atraco con agresión, yo iba con ella en el coche cuando pasó y a mi, bueno, me pegaron. Mi madre se sintió tremendamente destrozada al no haber podido impedirlo e intentó matarse en varias ocasiones en muy poco tiempo. No ha conseguido superarlo y, de vez en cuando, simplemente, no puede con su vida. Si a eso le sumas que para pagar sus tratamientos mi padre trabajaba todo el día y, aun así, había meses que no podíamos pagar o teníamos que pedir a bancos de alimentos... Esa mezcla hace que yo sea como soy.
-Me contaste algo más esa noche, cuando ibas tan bebida.
-¿Qué te conté?
-Me dijiste que, unas navidades, tu madre estaba ingresada y tu padre estaba sin un duro. Me contaste que tu padre fue a un mercadillo una mañana, a trabajar a cambio de unos peluches y algún collar o algo de ropa que poder daros el día de reyes.
-Así fue. Cuando tenía once años.
-También me dijiste que años después lo hiciste tú a cambio de verduras que vendiesen allí.
-Mis padres y mi hermana tenían que comer.
-Anna, eres preciosa.

lunes, 27 de abril de 2015

Día 4.2: Alguien tenía que cuidarte.

-Aquella noche, sobre las dos, me acerqué a Laura. Ya sabes, el ligón que llevo dentro. Nos enrollamos y, bueno, iba muy contenta y le pregunte sobre por que habíais venido aquí, que cuántos días... ya sabes, tonterías. Me contó que hace un par de meses discutisteis, Laura, Rebeca y tú, porque creían que te centrabas demasiado en casa e ignorabas el grupo -miró al suelo de manera continuada-. Anna, me dijo que Rebeca no te soportaba desde entonces y que a ella tampoco le caías demasiado bien y que intentaban, desde entonces, que la cagases para tener una excusa para echarte del grupo -sabía que empezaban a caer mis lágrimas- y esa noche tuvieron la excusa perfecta. Al poco de decirme eso te vi pasar y me salí fuera a hablar contigo. Ibas muy... afectada por la bebida. Creo que te echaron algo en la copa porque había un chico que te seguía constantemente.
-¿Pasó algo con ese chico?
-No, Anna, pero poco faltó. Verás, ellas... lo estaban viendo y estaban riéndose de la situación -noté como no podía ni mirarme. Le sujeté la barbilla para obligarle a hacerlo-.
-Pablo, ¿por qué te afecta algo que no le afectaba ni a ellas, que se supone que me querían? ¿Por qué tienes tú que... cuidarme aquí?
-Alguien tenía que hacerlo, ¿no? -se levantó corriendo del sofá y enseguida noté que algo no iba bien en su cabeza. Me acerqué a él, que estaba en la cocina y le acaricié el brazo-.
-Y, ¿quién te cuida a ti?

En cuanto lo dije sabía que él también tenía algo que contar. Sabía que la había cagado con eso pero, vamos, siempre había creído que detrás de estos chicos había algo grande que contar, algo jodidamente duro.
Poco después se vistió y se fue a trabajar. Trabaja en un bar aquí cercano, es irónico que no se haya quedado con ninguna receta. Es curioso que parezca como que estamos intentando conocernos y esté metida en su casa. Aprovecho para coger el móvil y llamar a Carla, aunque no sé si me lo cogerá.
Al segundo tono...

-¿Si? -se oye al otro lado del teléfono-.
-Ca... Carla, ¿cómo estás?
-Annita... ¿cómo estás tú? ¿Estás ya en casa?
-Sigo aquí, en Barcelona.
-¿No piensas volver a casa?
-¿Eso es lo único que te importa, que me pire? ¿Por qué consentiste toda esta mierda?
-Anna...
-¡Estoy harta! -dije con poca voz y muchas lágrimas- ¡No te importo una mierda! Ni sabes qué decirme.
-¿Has hablado con papa?
-¿En serio? Y qué si lo he hecho. ¿Sabes? No soy capaz de reconocerte. ¿Quién coño eres? -y colgué, ya no podía más-.

Me fui a dar un paseo porque no quería ni pensar en esa llamada. Lo único que le importaba es si estaba en casa, vamos hombre. Cojo unas llaves que están por aquí encima por si acaso a la vuelta aún no ha llegado Pablo.
En realidad, sí debería volverme pero... me siento muy a gusto con Pablo y... no sé, no quiero volver. ¿Qué será lo que le mantiene tan roto? Sí, esa es la clave. Me pongo los cascos y ando y ando sin ni saber dónde voy. Oh, mi canción. Justo entonces se corta, me están llamando, número desconocido. ¿Quién será? Vaya, las ocho y media de la tarde ya. ¿Dónde estoy? Decido coger el teléfono.

-¿Quién es?
-¿Anna? Soy Pablo, ¿dónde estás? He venido del trabajo y no me abres y... bueno, que quiero entrar, vaya.
-¿Por qué tienes mi número?
-Anna, te lo cogí anoche. ¿Dónde estás?
-Pues... -me reí- te vas a reír. Verás, no sé dónde estoy.
-No puede ser...
-Sí, es.
-La madre que te parió. Pregunta la calle a alguien.
-No, espera, aquí hay un centro comercial.
-¿Quieres hacer el favor de preguntar? -dijo muy enfadado-.
-Calla, Pablito, centro comercial... ¿Ma... re... magnum? ¿Maremagnum? ¿Te suena?
-¿Llevas dinero?
-Pues te vas a seguir riendo porque no, no llevo dinero.
-¿Cómo puedes ir por ahí sin saber ni dónde estás y sin un puto duro? Ahora voy, quédate en la puerta del centro comercial.
-Cómo usted mande, señor.