sábado, 2 de mayo de 2015

Día 6.1: Te quiero mamá.

Abro los ojos lentamente mientras el sol que entra por mi ventana me ciega. Badajoz en estas fechas es infernal. Esta calor es capaz de cocinarte. Son las once y media, buena hora para haber descansado lo suficiente. Cuando consigo abrir los ojos del todo cojo el móvil. Veo varias llamadas de Pablo y otras tantas de Laura y Carla. ¿Qué querrán ahora? Abro whatsapp y empiezo a leer un mensaje de Christian. Christian era mi mejor amigo pero con el cambio de clases nos distanciamos un poco. Aunque no nos veíamos tanto siempre intentábamos saber el uno del otro.

-Christian: Guapísima, ¿cómo va todo?

Lo ignoro por un momento para seguir leyendo los mensajes que tengo. Veo mensajes de Carla preguntando insistentemente por el estado de mi madre. Le respondo:

"Mamá está bien, ya sabes como funciona esto. Espero que estés disfrutando mucho Barcelona habiendo hecho lo que has hecho y siguiendo ahí a pesar de estar mamá como está. En fin, sigue en tu linea pero no podré cubrirte eternamente. Adiós."

Pienso que es un mensaje bastante cruel pero al instante dejo de pensarlo porque los recuerdos de mi padre agobiado con mil trabajos y mi madre mal y ella, tranquilamente, de fiesta me ponen enferma. Recuerdo la última caída de mi madre. Estábamos todas las chicas en la casa rural del pueblo, bueno, las afueras. Cuando me aviso mi padre no dude ni un segundo en volver a casa e ir a verla. Carla no, ella siempre fue más egoísta y se quedo en la casita rural, tooooodo el santo fin de semana. Se la veía preocupada. 
Miro la conversación de Pablo. Ha leído mi mensaje pero no me ha contestado. Qué raro. Me dispongo a llamarle, a ver cómo está. La primera vez salta el contestador. La segunda vez, al tercer tono, contesta al teléfono.

-Ho... hola -se escucha con la voz ronca de recién despierto-.
-Hola Pablo, soy Anna, ¿me recuerdas?
-Oh, sí, Anna. Dime, dime.
-Em... no, no quería decirte nada en particular es que como no contentaste mi mensaje pues... No sé, da igual.
-Estuve liado anoche.
-¿Mucho trabajo? -al segundo me dí cuenta de que no fue trabajo, precisamente. Cuando acabé la pregunta se escucho la voz de una chica, medio dormida. Dijo algo así como: ¿te has puesto el despertador para traerme el desayuno a la cama?-. Vaya, veo que no.
-Anna...
-Bueno, Pablo, da igual. Ya sé, el ligón. No sé qué hago llamándote a estas horas sabiendo que estarás acompañado. En fin, no sé que hago llamando e intentando hablar con alguien que desaparecerá de mi vida en cinco segundos. Bueno, adiós. Pasa un gran día -y colgué-.

En parte, estaba furiosa porque creía que yo era especial y no era una niñata más para su colección pero no era un enfado con él si no conmigo mismo por dejarme liar por un ligón del tres al cuarto. En fin, tenía cosas mucho más importantes en las que pensar. Salgo al salón y no hay nadie y me decido por bajar al patio por si está allí mi padre.

-¡¡Papá!! -digo asomándome al patio-.
-Sí, cariño -escucho a lo lejos mientras bajo las escaleras y empiezo a verlo-.
-Hola, papi. ¿Qué haces?
-Estoy esperando a Christian. Va a venir a por algunas cosas que necesita. Se va de camping y voy a prestarle algunas cosas. Además, quería verte -me dice guiñándome el ojo. Mi padre sabía que Christian estaba loquito por mí pero que yo nunca le había dado pie. Yo también lo sabía, él me lo confesó-. ¿Le has echado de menos?
-Bueno, papá, en parte sí. Hace mucho que no lo veo y... él siempre ha sido muy bueno conmigo.
-Pero... en Barcelona no lo has echado de menos, eh.
-¿Cómo sabes que fuimos a Barcelona? -dije asombrada-.
-La próxima vez intenta ser más discreta, te dejaste en el ordenador la reserva de la casa abierta.
-Dios, que torpe soy.
-¿Has conocido a alguien allí?
-Nah, papá. Los chicos de allí... están muy lejos.
-No me has dicho que no valiesen la pena -me dijo sonriente-.
-Mira, papá, ya viene Christian -dije cambiándole de tema-.

Aproveché para irme a mi cuarto a vestirme mientras ellos hablaban de sus cosas. Conocía a Christian desde que eramos pequeños, cuando me confesó que me veía como algo más... no podía ni creerlo. Él siempre había estado ahí, ha vivido todo conmigo. 

-Hola, Anna -escuché y me gire sorprendida. Ahí estaba Christian-.
-Dios, qué susto. Pero Christian... estás guapísimo -vaya, ahí estaba yo con unos shorts y una camiseta vieja, un moño en el pelo y sin maquillar y él... se había hecho un nuevo corte de pelo que resaltaba muchísimo más sus ojos, esos ojos que serían la perdición de cualquiera. La verdad es que siempre me gustaron sus ojos, son muy puros, ese azul claro...- Me has dejado sin palabras, idiota.
-Me alegro mucho de verte, Anna.
-Y yo, de verás. ¿No vas a abrazarme, por los viejos tiempos? -y ni se lo pensó-.
-¿Cómo va todo, enana? -dijo a centímetros de mi odio-.
-Todo bien, ya sabes.
-¿Y las chicas?
-Toma asiento, hay mucho que contar.

Le conté todo lo que había pasado, a él no podía mentirle. Se quedo totalmente sorprendido por lo de Pablo, sin embargo no le sorprendida para nada lo de las chicas. Él siempre me advirtió de que no era un grupo para mí, que ellas tenían unas prioridades distintas a las mías. Pero ahora, aquí estaba, sola, sin ellas. El mundo se me echa encima y... ¿quién iba a sujetarme para que no cayese? Ja, nadie. Aunque mirándolo fríamente, ¿cuándo las tuve a ellas? Cuando más lloré, ellas no estuvieron y qué pena.
Me despido de Christian, por un tiempo, se va de camping a Cádiz, es el año de las vacaciones fuera de casa. Me pongo unas zapatillas y me dispongo a ir a ver a mi madre, de nuevo. Compro unos pastelitos de manzana, que le encantan, y voy a la clínica.

-Buenas, Sara, ¿cómo va todo? -digo nada más ver de nuevo a la recepcionista de allí-.
-Anna, ¿otra vez aquí? Verás, tu madre... bueno, siento decírtelo pero tu madre ha pedido que no entre nadie, no quiere ver a nadie.
-¿Ni a mi?
-Anna, a nadie.
-Hacía muchos años que no pedía esto.
-Sí, Anna. Lo siento.
-No pasa nada Sara, dale esto, por favor.

Salí de la clínica y no sabía exactamente qué hacer. Ahora sí me sentía sola, hasta rodeada de gente. Me fui a un parque un poco alejado de mi casa, dónde sabía que no vería a nadie. Me puse música en los cascos y me tumbe en un césped que había. Noto que vibra el móvil y contesto sin mirar quién es.

-¿Si? -digo contestando-.
-Anna... -escucho la voz de Pablo- He visto a tu hermana. Se la veía preocupada.
-Agradecería que antes me preguntases cómo estoy.
-¿Cómo estás?
-Bien, ¿y tú?
-Anna, te echo de menos.
-¿Entre las piernas de otra? -me eché a reír-.
-Sabes cómo soy, ¿qué querías?
-No lo sé, Pablo, ojalá lo supiese.
-Pero tú... Tú te has clavado en mí.
-Una parte de mí esperaba que te despidieses, ¿sabes?
-Soy un desastre, Anna.
-No lo dudo.
-Me debes un día, quedamos en que te irías después.
-Oh, perdoneme usted por irme cuando me dio la gana y porque me dio la gana.
-Te perdono, te perdono -dijo riéndose-. Recuperaré ese día con intereses.
-Por supuesto, mañana mismo voy y te cobras.
-Anna... eres tan genial.
-Dime algo que no sepa.
-Oh, mierda, se te ha pegado algo de mi, el ser tan creída. Esperaba que se te pegasen mis manos no eso -dijo pícaro-.
-¡Cállate!
-Cállame.
-¿Quieres que te cuelgue?
-No era mi idea de callar -suspiró-. En fin, te dejo, mi jefe me mira mal por pasarme de mi descanso. Luego hablamos.
-No me eches mucho de menos.
-Lo mismo digo, pequeña.

No hay comentarios:

Publicar un comentario