Vuelvo a abrir los ojos, qué maldito dolor de cabeza. Escucho a alguien hablar fuera, es una mujer. Reconozco la voz, parece mi hermana pero no puede ser que esté aquí. Me levanto de la cama, tranquilamente. Me pongo un chandal y atravieso un gran pasillo que siempre he odiado, este maldito pasillo que parece no terminar nunca, y ahí está: Carla.
-Annita -dijo saltando a mis brazos y abrazandome fuerte, sin yo devolverle el abrazo-.
-¿Cuándo has vuelto? ¿Con quién?
-Ni un hola ni nada, ¿eh, hermanita?
-Contéstame.
-He vuelto hace un par de horas, mamá está mal, ¿no?
-Cómo si eso te importase -dije en tono bajo para que no lo escuchase mi padre, que seguía por casa danzando-.
-Annita... ¿cuándo has crecido tanto?
-Cuando tu bebías y fumabas más de la cuenta, Carla -dije cortante-. Y no vuelvas a llamarme Annita en tu vida -dije dando por finalizada la conversación y dirigiéndome hacia la cocina-.
Cogí un zumo de la nevera y miré el reloj. Vaya, las cuatro y media, ¿por qué no me habrá llamado mi padre? Es raro que no se haya pasado la mañana entrando y saliendo de mi habitación y diciéndome que comiese algo y, por supuesto, yo negándome a ello. Lo mismo de siempre, vaya. Me tomo el zumo y me voy de nuevo hacia mi habitación. No sé por qué tengo tantísimo sueño. Me vuelvo a meter en la cama.
-Hola, cariño -dije mi padre mientras me acaricia la mejilla-. Son las ocho de la tarde y no has tomado nada en todo el día.
-Papá, solo quiero dormir...
-Tienes que comer algo.
-Ahora bajaré y comeré algo. ¿Trabajas mañana?
-Sí.
-¿Estaré sola con Carla? -suspiré-.
-No, Carla no estará pero me ha dicho que te quedes en casa porque tienen que traerle las maletas.
-Oh, claro, a la disposición de la señorita. No le vaya a faltar nada. ¿También quiere que organice su habitación y la limpie dejándola perfecta?
-Anna...
-Déjalo, papá, no me apetece discutir.
-Cariño, mamá está estable. Me he acercado a la clínica y parece que está un poco mejor. Además, con Carla aquí... ¿por qué no llamas a Christian y te vas unos días con él? -mi padre y su manía de que acabaremos juntos-.
-Papá, él está con sus amigos, deja que no vaya la pesada que siempre le llama con sus mierdas.
-Estoy seguro de que adoraría que fueses -seguro, pienso-.
-Pero él también se merece un respiro.
-Voy a hacerte algo de comer y me voy a dormir, en cuanto te lo comas -dijo sonriente y saliendo de la habitación sin dejar que yo le replicase nada-.
Me lo dio y se espero hasta que no dejé ni una miga. Ni que fuese a morirme por no comer un día, qué pesados son todos con la manía de que coma a todas horas. Me decido a encender mi móvil por si el mundo ha decidido entrar en guerra y alguien ha querido avisarme. Veo varios mensajes de Christian preguntándome cómo estoy hoy y cómo va todo. Él siempre tan pendiente de mi. Veo un par de llamadas de Sonia, que ignoro como me ignoraron ellas a mi y un whatsapp de Pablo que dice:
"Sin duda, el verde es mejor. ¿Sigues queriendo comida china?"
¿Qué dice? Seguro que habrá salido y ni sabe lo que dice él mismo. Qué tonto está. No me apetece darle muchas vueltas a nada asique, tras ver todo, vuelvo a apagar el móvil y cojo el portátil. Pongo mi lista de reproducción de "noches en vela", creo que el título ya deja claro que canciones muy moviditas no son. Me pongo a pensar, mientras suenan todas esas canciones, en Pablo, en lo que me hace sentir en tan poco tiempo. Solo escuchando su voz ya hace que se me erice la piel y sienta ganas de que, de nuevo, sus labios y los míos empiecen a pelear en una batalla de a ver quién se tiene más ganas, esa batalla que ninguno pierde. Y luego están esas manos, joder, lo que añoro esas manos que me han tocado solo dos minutos pero lo hacían con una fuerza y una seguridad, un 'sé lo que hago' que solo de pensarlo... me hace sonreír y sentir estos terribles escalofríos. Pero no, pienso, Anna, deja de pensar en estas gilipolleces, está a diez horas en coche y de fiesta, idiota, eso es lo que eres Anna, una idiota. '¿Sigues queriendo comida china?' Oh, claro, ahora voy a Barcelona a por ella, pienso riéndome.
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