Creo que hacía demasiado tiempo que no estábamos mi padre y yo así. En los últimos meses habíamos discutido más de la cuenta porque él siempre justificaba a mi hermana y yo me enfadaba con él. Siempre me preguntaba cómo era capaz de justificar su egoísmo y cómo eramos tan distintas ella y yo. Nos pasamos la mañana esperando a ver si picaba algún pez y mi padre justificándose diciendo que "a lo mejor no quedaban peces". "Exacto, papá, ya se los han llevado todos" le decía yo constantemente entre risas.
Estaba realmente feliz y orgullosa de este señor que me había criado y educado toda la vida aunque a veces discutiésemos y su relación con mi madre siempre me había parecido la muestra más clara y sincera de amor verdadero. Los miraba a ellos y ansiaba una historia como la suya. Cada mañana, estuviésemos bien, mal o peor, mi padre se levantaba sonriente y le preparaba el desayuno a mi madre dejándole una pequeña nota de buenos días, cada día ponía algo distinto, desde "para el amor de mi vida" hasta un curioso "come y calla, pesada" pero siempre, siempre se lo dejaba. Mi madre, aunque mi padre no lo supiese, se los guardaba absolutamente todos. Ni os imaginaríais la de cajas que tiene llenas de pequeños papeles a los que mi madre les añadía la fecha. Siempre soñé con un amor así pero lo más parecido al amor que conocí fue Toni.
Ay, si, Toni. Él fue, sin duda, mi mayor amor. Un año de relación, mil mentiras, muchos te quiero que no sentía y un par de infidelidades. Sí, mi mayor amor. Mi mayor mentira más bien pero le quise, joder si le quise. Le quise más que a mí y él lo sabía.
-Anna, creo que ya se está haciendo tarde -dijo mi padre interrumpiendo mis pensamientos-. Es buena hora para ir a ver a mamá, ¿no crees? -miré el reloj, cinco y media, sí, buena hora-.
-Sí, papá, me muero por verla.
Asique nada, condujo otra hora de vuelta aunque esta vez ya no canturreaba las canciones de la radio, se limitaba, simplemente, a posar su mano en mi pierna. Yo, en el fondo, sabía que las cosas no iban bien con mi madre. Lo sabía porque ella llevaba mucho tiempo sin tener fuerzas para luchar, demasiado, y solo luchaba porque no le quedaba otra. Había llegado a sentirme mal por querer mantenerla pero, joder, si se diese cuenta de la falta que nos hace, de lo mucho que la queremos y valoramos por seguir ahí, de que sabemos que es una mujer... genial. Ojalá se diese cuenta de que vale la pena vivir porque ella vale la pena, ni más ni menos.
Al llegar a la clínica mi padre se limitó a decir "te quiero mucho, Anna, tenlo en cuenta, ¿vale?" Y entonces supe que no sería nada fácil lo que iba a ver. Entré en la sala y allí estaba mi madre, se había cortado el pelo, tenía la mirada muy perdida y nuevas heridas que delataban que su lucha simplemente dejaría de existir.
-Mamá... -suspiré- ¿cómo estás, mamá? -dije mirándola a los ojos sabiendo que ella ya no veía lo mismo que yo-.
-Estoy bien, Anna, ya no queda nada, ¿sabes? -dijo y se me rompió el alma-.
-No, mamá, no digas eso. Te queda mucho por luchar y por vivir -dije sabiendo que mis ojos se empezaban a empapar-.
-Los días están más que contados cariño.
-No, no digas eso, por favor, para.
-Tú sabes que te quiero, ¿verdad? Eres lo mejor de mi vida, cariño. Sé que todo te irá genial.
-Mamá, por favor, no tienes que despedirte, tienes que decirme que vas a seguir aquí, conmigo.
-Eres una luchadora -dijo y me eché a llorar- y no sabes lo orgullosa que estoy de ti.
-¡¡Mamá, basta!! -dije chillando sabiendo que no se podía pero que yo tampoco podía más-.
Me levanté y me fui de la clínica porque no soportaba escuchar como mi madre se despedía de mi. Mi padre desde la puerta me siguió y me dijo constantes: "Anna, para" pero un "ahora no. Joder, ahora no" mío le bastó para saber que debía dejarme un rato a solas.
Le envié un whatsapp a Carla que decía: "mamá se está despidiendo".
Corrí y corrí intentando que con esa carrera consiguiese borrar toda la mierda que llevaba encima y, para colmo, no podía sentirme más sola que en ese momento. Pero entonces...
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